viernes, 17 de febrero de 2012

La chanchada



“Quien crea que este asunto quedó resuelto con la promulgación de la ‘ley corta’ y el tratamiento de su reglamento, peca de ingenuidad. Inmediatamente promulgada dicha ley, el régimen montó una campaña de desacreditación de los dirigentes de los indígenas de tierras bajas y, en su constante de ver en todo acto crítico a su desempeño un acto de conspiración, llegó a afirmar que el propósito de dicha marcha era el de asestar un golpe de Estado. Habrá que hacerle recuerdo que a su llegada a La paz, los marchistas y una nutrida cantidad de ciudadanos lograron ingresar al ‘Kilómetro 0’, permanecieron cerca a media hora y se dirigieron tranquilamente a otro lugar… ¡A nadie se le ocurrió ‘tomar’ el palacio de gobierno!. Estamos ante lo que el Vicepresidente denomina ‘estrategia envolvente’, eufemismo por lo que, en términos vulgares, se llama ‘chanchada’ (perdón por decirlo así, pero no encuentro manera más expresiva de hacerlo) y la recientemente concluida reunión de adherentes del régimen forma parte de la misma”.

De esta manera abordé una parte del texto de mi intervención en la presentación del libro “Diálogos en el proceso de cambio”, editado por la Asociación Boliviana de Ciencias Políticas, el 15 de diciembre de 2011.

Ciertamente no se necesitaba ser oráculo para percibir el curso de las acciones del régimen, pero haberlo dicho y expuesto ante un auditorio es como un certificado extensivo a muchos otros textos e intervenciones, de que lo que afirmamos está siempre provisto de sustento.

Se ha consumado una “chanchada” del oficialismo. Esto nos lleva, sin necesidad forzar analogías, a la fábula orwelliana en la que el porcino Napoleón, una vez tomado el poder en nombre de los suyos, se convierte, en concomitancia con su círculo de compinches, en el mayor opresor de aquellos; mayor aún que su predecesor, del que supuestamente había que liberar al pueblo.

Con el Jefazo, la prosperidad llega para sus pares, los otros marranos, mientras que el resto de los habitantes de la granja es sometido a duras restricciones a la libertad.

Otro personaje de la fábula, haciendo gala de su fina labia, es el encargado de convencer al resto de la granja sobre las decisiones del Gran Jefe y suele manipular al resto de animales con argumentos sospechosos.

Con lo que llegamos a la famosa antimoraleja del relato: “Todos son iguales, pero unos son más iguales que otros”.

No hay comentarios: