Un día hubo un cabildo; lo único que hizo fue confirmar la sededependencia de La Paz con el agravante de colocarse a la defensiva. Fue, a todas luces, una manifestación digna de mejor causa. Hoy, La Paz está al margen, de espaldas al país, más sededependiente que nunca, aferrada al centralismo mientras Bolivia viene avanzando en la nueva organización del Estado. Cuando todos los demás se encuentren firmemente montados en la autonomía, a La Paz no le quedará más que acoplarse como furgón de cola al proceso. Triste situación para un departamento que supo llevar la iniciativa la primera mitad del siglo XX.
Todavía le queda el peso poblacional con el que puede definir cualquier elección nacional pero su aislamiento voluntario -o, quién sabe, inducido por dirigentes infames- lo va a poner en contra de la corriente del siglo XXI: autonomía con inclusión. La Paz, por obra de los etnócratas, se está autoexcluyendo; antes receptora de personas y capitales, ahora expulsora de los mismos.
Buena parte de los paceños de la post-revolución federal son fruto de uniones de “forasteros” que llegaron a La Paz atraídos por esta entonces tierra de promisión (el que escribe es hijo de chuquisaqueño y pandina). Ahora se hace el camino inverso: las tierras prometidas parecen ser otras; nuestros hijos sueñan con irse hacia ellas. Allá nacerán nuestros nietos y en un futuro cercano las elecciones se decidirán fuera de La Paz.
De seguir las así cosas, La Paz podría ser la invitada de piedra (literalmente, estar en la edad de piedra) a la fiesta de la Bolivia bicentenaria. Suena cruel pero no deja de ser una posibilidad.
Todas estas advertencias me vinieron a la cabeza mientras “colgaba” una foto en mi blog (www.pukacosa.blogspot.com) que le invito a verla. Se llama “La luna y La Paz”, un paisaje nocturno de la capital del departamento con el satélite natural de la Tierra en todo su esplendor. No es una “media luna”, es la luna llena bañando la ciudad con su luz, serena y selena. Depende de la lucidez de nosotros, los paceños, integrarnos o no al país que se está construyendo desde la luna llena. En julio de 2006, una parte significativa de paceños le dijimos “Sí” a la autonomía, pero no alcanzó para vencer a la consigna retrógrada que quiere condenar a La Paz a un destierro en el seno mismo de la patria.
Por su historia, por su valor, por sus luchas, por sus hombres y mujeres que no piensan en dejarla; La Paz se merece una segunda oportunidad. La Bolivia incluyente espera a La Paz. ¿Sabrá La Paz unirse a Bolivia?.
Puka Reyesvilla es paceño, estronguista y socialdemócrata.
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