De modo “regalón” y no del todo desembozado, el presidente
Luis Arce, “El Tílín”, para los amigos, ha ingresado en campaña electoral. Ya
salieron sus promotores a “marquetearlo” con el clásico “será candidato si las
organizaciones (‘el pueblo’) lo piden”. Cuatro regalitos más y,
previsiblemente, sus “beneficiarios” comenzarán a emitir sendos votos
resolutivos pidiendo que haga el sacrificio de postularse a las elecciones por
el bien del país, lo que recuerda un “balconazo” de García Meza, armado por su
departamento de propaganda, ante unos cientos de supuestos seguidores, en el
que el dictador les respondía “si quieren que me quede, me quedo” y, a
continuación, los congregados aplaudían a rabiar; o a la manera en la que
Morales Ayma, contraviniendo a la Constitución y a un referendúm que le impedía
repostularse, usando a la justicia y emitiendo el consabido “el pueblo me lo
pide”.
Ciertamente,
Arce no tiene el impedimento que Morales Ayma tenía al momento de postularse a
un cuarto periodo de gobierno. Sin embargo, el cliché permanece. ¿Es pecado
decir “quiero volver a ser Presidente y haré lo necesario para recibir el
respaldo de los votantes”? ¿Para qué andar con remilgos cuando todos saben que
todas sus acciones, apuntan al “repete”?
Pero,
además, no es ningún secreto que “El Tilín” y sus operadores están moviendo los
hilos del poder judicial para allanar –anular a posibles rivales- el camino a un
holgado triunfo electoral.
Y a eso se suma la “conversión” de los “evistas” en
“arcistas”. Ya lo hemos visto en algunos funcionarios que ostentan altos cargos
quienes abjuran de quien antes era objeto de sus adulaciones más rastreras –no
falta quien lo elevaba a alturas divinas- y hoy no paran mientes en llenarse la
boca de grotescos panegíricos para granjearse la bendición tilinesca.
Por debajo de éstos se encuentra la enorme masa de
empleados públicos masistas que se colgaron de Morales Ayma para acceder a los
puestos que ocupan en la elefantiásica administración estatal y que ahora, por
razones de sustento personal, engrosan el ala “arcista”. Empleados que, luego
de la jornada laboral (para algunos es el ‘trabajo’ por el que se les paga),
deben salir a pintar “Evo pedófilo” o “Evo narco”, cuando hace no más de cuatro
años grafiteaban “Mesa = Macri”.
Si bien ninguno lo expresa abiertamente, probablemente en
su fuero interno se autojustifican repitiendo “mi corazón es evista, pero mi
estómago es arcista”; lamentable retrato de una burocracia que, para permanecer
en el puesto, debe rendir pleitesía al poderoso de turno. Pero también, reflejo
de una precariedad laboral, cuando no de una incompetencia para desenvolverse
en el llano: la informalidad y la pega como generadores de sustento personal y
familiar y de lealtades en el segundo caso.
Así las cosas, don Tilín cuenta con un formidable aparato
de seguidores que le serán incondicionales mientras de él dependa su comida
pero que lo negarán cuando otro vaya a reemplazarlo. Aun cuando Arce reproduzca
su poder un periodo más, dada la imposibilidad constitucional de hacerlo por
más tiempo, a menos que quiera, a la manera de Morales, pisotear la CPE –u otra
opción menos probable, como reformarla- la masa de la administración pública se
inclinará ante su delfín y, si éste no prospera electoralmente, se acomodará
“militantemente” ante quien goce del favor del electorado.
Así ocurre cuando la función pública no es otra cosa que un
engranaje de la maquinaria político electoral de los “ungidos”.
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