Comienza julio y hay asuntos candentes de los que ocuparse.
Mi dilema es si me refiero a alguno de ellos o, para no hacerlo a posteriori, dejar pasar la oportunidad
de escribir una de esas columnas que se publican cada diez años –aunque dudo de
que en 2032 lo vuelva a hacer, no por mí, sino por ellos-. Así es que he optado
por celebrar antes que por cuestionar.
Si bien ya llevaban algunos meses abriéndose cancha en la
escena musical londinense, la historia, que remite a evidencias y no a
supuestos, signa el 12 de julio de 1962, en el Marquee Club de Londres, como la
primera presentación oficial de los Rolling Stones en público. Hay un afiche
que así lo documenta. En tal fecha de este año, habrán transcurrido sesenta
años, ¡seis décadas!, desde entonces.
Podría pensarse que un homenaje o cualquier manifestación
de conmemoración del aniversario del grupo debería tener un tono de “aquellos
buenos tiempos pasados” o de irremisible nostalgia. Pero no; por si usted no
está al tanto, la banda se encuentra a poco de terminar una gira por Europa –en
todos los escenarios a tope de aforo- solo interrumpida porque Mick Jagger
contrajo COVID-19, pero se repuso rápidamente y la maquinaria Stone volvió a
rodar. Se dice, a manera de chanza, que el alza de los tipos de interés en
Suiza, cosa que no ocurría desde 2007, se debió a la cancelación de su
concierto en Berna, casualmente por la misma fecha.
Celebrar a los Sesenstones
es hacerlo en tiempo presente. No tienen la menor intención de jubilarse –les
sobra dinero para “disfrutar” de la vida- porque no la entienden sin hacer lo
que aman y, de paso, hay un mercado insaciable por su show. El célebre libro
“Principios de Economía” de Gregory Mankiw dedica, al comienzo de la obra, un
pequeño apartado al fenómeno: “El hecho de que Mick Jagger estudiara en la
Escuela de Economía de Londres (London School of Economics) quizá no le ayudó a
cantar mejor, pero probablemente sí le sirvió al momento de invertir la gran
cantidad de dinero que ha ganado durante su carrera como cantante de rock”,
seguido de “Cuando en 2005 le preguntaron al exestudiante de economía, Mick
Jagger, por qué los Rolling Stones iban a salir de gira otra vez, contestó:
‘Oferta y demanda’. Keith Richards agregó: ‘Si la demanda está ahí, nosotros
ponemos la oferta’”.
En este largo camino han ido desapareciendo piedras –Brian
Jones, en 1969, y Charlie Watts, el 2021, por fallecimiento; Mick Taylor,
sustituto de aquel, en 1975 y Bill Wyman, en 1994, por decisión personal de
dejar la banda- pero la historia continuó porque el núcleo Jagger-Richards (con
la inestimable fuerza de Ron Wood, firme desde 1976) no se rompió, aunque hubo
temporadas muy conflictivas en la relación. Suelo decir que, a diferencia de
los Beatles, los Rolling Stones fueron más grandes que sus problemas y así
parece que será hasta que Dios -o el diablo- lo permita.
Llegar a los 60 como grupo –en inglés se dice “band” y se
suele jugar con el similar “brand” (marca) para remarcar el carácter
empresarial del mismo- es de una singularidad casi milagrosa, máxime tratándose
de un colectivo que tuvo una época de excesos, particularmente Keith Richards,
quien en diciembre cumplirá 79, mientras que su yunta, Jagger, lo hará justamente
este mes, el 26.
Casi no hablé de su música, ¿verdad? Es que sobre eso hay
infinidad de material. Lo que puedo señalar es que, en su amplísimo reportorio
creativo tiene temas para todo estado de ánimo y casi sobre cualquier asunto
que a uno se le ocurra. Lo más reciente de ellos es una especie de himno de los
tiempos de pandemia: “Living in a ghost town” (viviendo en una ciudad
fantasma).
¡Larga vida a los Rolling Stones!.
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