Dejemos de lado momentáneamente la guerra interna del
régimen, misma que ha adquirido niveles de sordidez nunca antes vistos, al
punto que más parece un ajuste de cuentas entre cárteles narcotraficantes que
un ejercicio democrático de disputa por el liderazgo.
De lo que me quiero ocupar es de aquellos exabruptos que,
aparentemente, fueron propagados intencionalmente a objeto de desviar la
atención que la ciudadanía tenía puesta sobre, justamente, la fractura del
régimen. Está por demás recalcar que tal propósito no fue conseguido y que el
centro de interés seguirá siendo el fuego cruzado entre “arcistas” y “evistas”,
con Choquehuanca agazapado en algún rincón.
Si bien ya perdieron actualidad, precisamente por su
artificiosidad, tales exabruptos son sabrosa materia prima para una columna. En
honor al Vicepresidente –prolífico en ellos- he denominado a la presente “la
wawacracia”.
Hubo un tiempo en el que el prefijo “wawa” tuvo
connotaciones de ternura y cierta picardía. Se acuñó, por ejemplo, el término
“wawaministros” respecto a algunos miembros del gabinete de Alfredo Ovando
Candia; Mariano Baptista Gumucio (Educación) y Marcelo Quiroga Santa Cruz
(Minas y Petróleo). Por entonces era aún raro ver a jovenzuelos en tales
cargos. El mismo denominativo pudo haber encajado perfectamente a los jóvenes
Jorge Quiroga y Carlos Alberto Goitia cuando ejercieron como dignatarios de
Estado. Hoy es más bien común tener a menores de 35 años en buena parte de las
carteras de Gobierno.
Los tiempos cambian y aquello que alguna vez tuvo
connotaciones cariñosas y positivas, adquiere las contrarias, es decir, odiosas
y perversas.
Cuando el señor Choquehuanca pidió “cuidar a la wawa” para
referirse al malentretenido que destruyó un bien público -más allá de ser una
pieza artística- mandó el mensaje de que, en lugar de sancionar a quien comete
delitos, hay que premiarlo –dicho sea de paso, este personaje maneja un
discurso “místico” similar al del señor Kanashiro, el tiznado postulante a
Defensor del Pueblo-. Esa inversión de
valores tan cara al régimen.
A partir de tal desatino, lo de “wawa” no tiene que ver con
la edad sino con la actitud. Así pues, más tarde, aparece un parlamentario del
régimen proponiendo la declaratoria de patrimonio cultural a la dinamita, ese
explosivo que aterrorizaba a la ciudadanía cada vez que había marchas contra el
Gobierno. Más de un manifestante quedó mutilado por mala manipulación de un
cachorro, para no mencionar a autoinmolación del señor Picachuri que también
causo dolor a otras familias. La “propuesta” de esta wawa me hizo recordar la
del nefasto Eugenio Rojas, ya muerto, quien hablaba de “legalizar la tortura”.
Luego salió la wawa pirómana, de conocido expediente, anunciando
que prepara un recibimiento a las nuevas unidades de La Paz Bus, más conocidas
como “Pumakatari”. Imaginamos, por los antecedentes del sujeto, que será una
bienvenida con lanzallamas y bombas Molotov. Ya que hablamos de este individuo,
no deja de sorprender el tupé que ha tenido para inscribirse como postulante a
Defensor del Pueblo. Sería el colmo que, luego de sus fechorías, sea premiado
con el puesto.
Hay casos menos atractivos, pero este recuento de wawas no
podía acabar sin mencionar a la directora de AJAM, que no tuvo empacho de hacer
encarcelas a uno de sus funcionarios porque le disgustó un meme que ella misma
le había encargado. ¡Muy wawalones andamos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario