Flashback: Varios
ciudadanos vinculados a las ciencias sociales, entre ellos un servidor, nos
encontrábamos en un seminario dentro del entonces llamado hotel Raddison; de
pronto, cual plaga que lo cubre todo, un rumor tomó el control del salón y lo
que acontecía en la testera pasó a segundo plano. Se decía que, en Nueva York,
las Torres Gemelas –el emblemático World Trade Center- habían sido objeto de un
atentado de características dantescas. Humberto Vacaflor, el más próximo a mí,
comienza a conjeturar sobre el supuesto hecho, pero no hay manera de saber
mucho más. No, hasta que a algún iluminado se le ocurre encender un televisor
en el salón contiguo (¿debo aclarar que entonces no había Tuiter ni féiscbuc,
ni cosa por el estilo?). Ah… Sí, estoy hablando del año 2001, en el que s bien
ya teníamos correo electrónico, no se podía acceder a éste sino mediante la computadora.
Entonces la tele, gracias a los satélites que ya nos habían transmitido “en
vivo” la Guerra del Golfo, era el medio más expedito para acceder a la
información sincrónica. El seminario se convirtió en un espacio en el que un
centenar de impactadas personas observaban lo que ocurría en la Gran Manzana.
Como si de una experiencia de realidad aumentada se tratara,
una sensación parecida, pero multiplicada por cien, es la que tuve con las
imágenes del asalto al Capitolio. “Mira el feis, se están entrando al Capitolio”,
exclamó mi esposa. De ahí en adelante no se habló de otra cosa las siguientes
dos horas. Azuzado por el señor Donald Trump, el lumpen que había asistido a
una concentración en las inmediaciones, se dirigió al hermoso edificio de estilo
neoclásico y deshonró su blanca
estructura, la de la institucionalidad democrática. Alexis de Tocqueville fue
profanado a manos de hordas trumpistas. ¿Cómo pudo la emblemática marca
estadounidense llegar a este humillante momento? El atentado contra las Torres
Gemelas provenía de factores externos; la vejación al Capitolio, de las entrañas
mismas de la política interna, del populismo supremacista del señor Trump.
En agosto de 2016, cuatro meses antes de las elecciones que
le dieron como ganador, el periódico Los Tiempos nos pidió a cuatro ciudadanos
nuestra opinión sobre la posibilidad de que aquello ocurriera.
"Hace unos años, cuando George W. Bush llegaba a la
Casa Blanca, escribí que la solidez del sistema democrático estadounidense era
tan fuerte que el país podía darse el lujo de tener un personaje tan elemental
como el mencionado en el salón oval. Temo que con Trump en el Ejecutivo, dicho
sistema vaya a desequilibrarse afectando a los poderes Legislativo y
Judicial", fue una de las cosas que apunté.
Más concreto fue Hernán Terrazas, quien escribió: “El riesgo
es que una victoria de Trump empodere a lo peor de la sociedad estadounidense.
Se puede ser conservador – nada hay de malo en ello -, pero misógino,
homofóbico o racista, son actitudes, tomas de posición, que están más cerca del
submundo del delito que del mundo de las ideas".
You can’t always get
what you want (No siempre puedes obtener lo que quieres) es una canción de
los Rolling Stones que Trump, sin permiso para hacerlo, usó como tema de
campaña, lo que se sumó a un altercado que tuvo con la banda en uno de sus
hoteles. La continuación de la pieza dice: “pero si lo intentas, a veces
obtienes lo que necesitas”.
Las mentiras no le alcanzaron para obtener lo que quiso,
pero, más allá del propio Trump, quizás obtuvo algo que necesitaba y que es
aterrador: el establecimiento de un trumpismo en la sociedad estadounidense y
más allá de ella. ¿Podrá Biden extirpar esa amenaza?
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