Foto: "Opinión"
Imagino que estar en los zapatos del presidente Arce no
debe ser muy grato. Pasadas tres semanas de su investidura, no ha conseguido
darle un sello personal a su mandato y se ha movido dentro de lo previsible:
actos oficiales de rigor, echarle la culpa de toda la crisis al gobierno de su
antecesora, dejar que las cosas vayan “volviendo a la normalidad” según el
canon masista y no mucho más. La imagen, divulgada por su unidad de
comunicación, del Primer Mandatario dando clases desde su despacho –simpática,
eso sí- podría leerse también como la de una persona que no acaba de asumir la
función para la que fue elegida; “mi mundo es el de la academia, no este al
que, por azares del destino, vine a dar”, parece decir. La expresión inglesa
“soldier of fortune” se acerca al estado descrito.
Por contraposición al personaje que quiso eternizarse en el
poder, ya fuera por un supuesto derecho humano o por un grosero fraude, Arce
luce discreto, menos locuaz, mejor orador (mejor dicción, en todo caso, independientemente
de algunos dichos cuestionables en varias de sus alocuciones), más formado, sin
tendencia a hacer gala de sus proezas sexuales y, hasta el momento, no ha usado
los medios estatales para transmitir sus destrezas basquebolísticas todas las
tardes –de rodillazos, menos-.
Ya en el periodo electoral sus “negativos” eran mucho
menores que los del susodicho. Y, sin embargo, siendo así, se lo ve como
acomplejado, falto de personalidad, ante la sobra de aquel. Si a solo tres
semanas de su periodo constitucional tengo esa impresión, no quiero ni pensar
en lo que los próximos cuatro años y cuarenta y nueve semanas que le restan.
¿Qué ocurrió para semejante acoquinamiento de SE? Pues que,
incluso antes de su posesión, el jefazo ha asumido que el 53% obtenido por Arce
no es de Arce, sino de “el Evo”. Y desde entonces se dedicó a opacar la figura
del Presidente con demostraciones de convocatoria –la campaña sinfín- para que
quede claro quién es el que manda.
El saber popular, con su condimento machista y k’uchi, ha preservado la frase “el que
mon, man”, que no es otra cosa que el apócope de “el que monta, manda”. Unos
grados de grosería más y se puede, entrando en la psique del cocalero, mencionar
que le está diciendo que la tiene más grande.
Como el individuo de marras no se viene con chiquitas (un
malpensado diría que más bien lo hace) ha montado una guardia pretoriana a su
servicio en el Chapare. No me pregunten cuál es el producto de exportación
estrella de la zona porque no tengo la menor idea. En síntesis, el caballero ha
vuelto por más y no se asquea en hacerlo notar.
Me animo a decir, sin datos concretos, a puro ojo de buen
cubero, que una auditoría de medios concluiría que la cobertura al orinaqueño
es mucho mayor que la que se le da al Presidente.
La situación no deja de ser embarazosa para don Luis. Me
pregunto si aún está a tiempo para dejar en claro que es él quien obtuvo el
voto popular y quien tiene que asumir, para bien o para mal, le presidencia de
Bolivia.
De persistir o ahondarse esta situación, podría tornarse en
un asunto de Estado con el consiguiente riesgo de afectar a la poca
institucionalidad democrática que queda.
Quien más bien tiene que repensar su rol en este contexto
es justamente aquel que no obtuvo ni un voto en las pasadas elecciones, aunque
intentó triquiñuelas como la de ser habilitado como candidato a la primera
Senaturía por Cochabamba, extremo que le fuera negado pese a la insistencia de
su abogado, hoy Procurador General. Aunque conociendo su desmedida egolatría no
parece haber mucha esperanza.
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