Toda vez que le pedía a mi madre algo que estaba fuera de
su alcance, algo que yo no estaba en posición de exigir o que le venía con un
“cuento” (una mentirita), ella me respondía “¡Cómo no, Lucho!”. Por cierto, no
me llamo Luis.
No sé si tal expresión socarrona era de su creación o no
–la verdad es que no la escuché de boca de otras personas-, pero ahora adquiere
una inopinada vigencia ante las arremetidas del homónimo del ministro del
Interior de García Meza –el que amenazaba con hacernos andar con el testamento
bajo el brazo-. Este sí responde al nombre de Luis.
¿Está Luis en posición de imponerle al país ciertas
exigencias de cara a las venideras elecciones? ¿Está el país desesperado por
complacer a Luis en sus demandas de privilegios políticos? ¿Quién está
dispuesto a creerle sus cuentos a Luis?
Empecemos por decir que la voz de Luis no es necesariamente
la suya; en buena medida es solo el eco de la voz del prófugo que intenta restaurar
su régimen de terror desde su lujosa guarida bonaerense. Lo que sí le pertenece
es su silencio.
El candidato nominal, Luis, calla ante el bloqueo del
bloque mayoritario, resabio ignominioso del antiguo régimen en la transición
actual, a créditos que pueden paliar el calamitoso estado de la economía
–economía que, por lo visto, no estaba en absoluto “blindada” como solía
alardear Luis-, siendo que, por otra parte, los montos son irrisorios
comparados con los de la deuda contraída por Bolivia en tiempos de la mafia
azul.
Ese hecho –el bloqueo crediticio (hecho político en el que
el Gobierno también tiene parte al tener a la presidenta en plan de candidata,
nobleza obliga)- es análogo al bloqueo alimentario a las ciudades que Morales
Ayma ordenó a sus huestes, a Luis entre ellas, mediante llamadas telefónicas
puestas en evidencia. Tres pericias así lo confirman. Razonemos: si tres
pruebas de embarazo a una misma persona dan “positivo”, dicha persona ¿está
embarazada o no lo está?
Así pues, Luis es cómplice de la asfixia financiera, y lo
hubiese sido de la alimentaria si acaso no se conocían las llamadas del jefe de
Luis a sus amigotes quienes, dicho sea de paso, estarían vinculados al narco.
Con tales credenciales, el individuo en cuestión hace de
portavoz de Morales Ayma cuando cuestiona a la OEA como organismo observador
electoral y al TSE como órgano rector.
¡Vaya tupé! Señores de la OEA, hagan el favor de hacerse a
un lado; se los está pidiendo Luis. Señores del TSE, los expertos en fraude
dicen que desconfían de ustedes.
El fugado dictador también ha hecho decir a Luis que en
Bolivia se viven ocho meses de ausencia de democracia. ¡Pero claro!, hay que volver
a la “democracia” de la judicialización de la política, a la “democracia” del
fraude, a la “democracia” del FONDIOC, a la “democracia” de Zapata... ¿les damos
el gusto? Porque si no se los damos anuncian que viene la convulsión.
Por último, precedido por su fama de buen cajero, Luis se
permite dar consejos de economía y de salud. Pocos reparan en el hecho de que
Luis fue un administrador de la abundancia originada en las altas cotizaciones
de las materias primas y aun así endeudó al país en guarismos no conocidos
anteriormente. Más de una década de crecimiento con pies de barro nos pasan
ahora la factura del despilfarro y la corrupción masista: canchitas, elefantes
blancos, narcotráfico y consorcios mafiosos en lugar de un sistema de salud
medianamente decente.
Venga, Luis, siga poniendo su voz a las exigencias y
amenazas de su jefe que, desde la Bolivia democrática le responderemos a coro
¡cómo no, Lucho!
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