miércoles, 8 de abril de 2020

Dura prueba generacional



Ciertamente, esta situación –y cuando hablo de situación hago referencia a su carácter transitorio, por muy penosa que fuera- nos afecta a todos casi por igual, pero muchos de nosotros ya hemos forjado una vida que, de alguna manera, nos preparó para este momento, así sea para que el destino nos encuentre confesados.

Y no es que, como generación, no hubiéramos pasado por otras situaciones delicadas, casi al límite del abismo. A nuestros (por lo menos, los míos) predecesores les tocó arriesgar el pellejo en la lucha contra las dictaduras. Una vez instalada la democracia, sobrevinieron las tribulaciones de carácter económico, epitomizadas en la hiperinflación que marcó a fuego a la mía, y fue aplacada por la Nueva Política Económica que nos trajo estabilidad a un alto costo social. Pasamos por algunas plagas –el cólera, el SIDA, y otros virus de tipo corona (menos letales, menos dramáticos que el actual)- algunas de las cuales cobraron víctimas locales y otra que apenas rozaron nuestros pagos. Lo que quiero decir es que nuestras “pandemias” fueron sobre todo de tipo político y económico antes que de salud pública.

Hago esta introducción porque, a un salto de tres décadas que nos coloca en la actualidad,  observo con expectativa de analista lo que, con tres meses de diferencia, están experimentando los jóvenes, mujeres y hombres, de entre 18 a 28 años, mitad millenials, mitad centenials, en la clasificación global; pero para nuestro mejor entender, simplemente generación “pitita”.

A su temprana edad, estos muchachos y muchachas han protagonizado y están sobrellevando –lo hacemos también nosotros, ya lo he dicho, pero desde otra posición- dos hechos de colosal magnitud: la gesta democrática que puso fin a la dictadura de Morales Ayma, luego de su no menos colosal fraude en su intento por prorrogarse indefinidamente en el poder, gesta que concluyó con la huida del dictador que aseguraba que “solo muerto” saldría del palacio. El compromiso de estos nuevos ciudadanos, análogo al de quienes se jugaron la vida por la democracia hace cuatro décadas, liberó a Bolivia de la tiranía en ciernes enrumbándola hacia un proceso de a la reconstrucción de la institucionalidad democrática que debía continuar con las elecciones programadas para el 3 de mayo, fecha que, dicho sea de paso, aún no ha sido modificada.

Y ahora, esto. Si bien por el rango de edad no se encuentran entre los grupos de riesgo, están cumpliendo con responsabilidad los protocolos determinados para este periodo y, cómo no, con la cuarentena. Tomada desde su concepción sociológica, la juventud se encuentra en suspenso, dado que algunos aspectos que la definen están algo contenidos, especialmente sus alas.

Podríamos decir que su paso por la vida se aceleró abruptamente en cuestión de meses y ya cuentan en su haber con experiencias que también los marcarán como generación. Si a eso sumamos la consignación (lo que la sociedad espera de ella), a esta generación se le encargará llevar un fardo pesado: una suerte de reingeniería integral de la sociedad en la que lo ambiental, lo emocional, la creatividad, unas nuevas formas colaborativas, una economía “del corazón” (sostenibilidad + empatía), una ciencia del ser, antes que del poder, y una educación tecno-eco-humanista, entre los “encargos” que puedo vislumbrar.

Si algo podemos sacar de positivo de esta crisis de salud pública a escala mundial, incluido el colapso de los sistemas de salud, es que el confinamiento parece haber acelerado esta nueva conciencia, facilitando a las nuevas generaciones la consecución de tal transformación.

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