Una de las cuestiones que seguramente inquietan a buena
parte de la ciudadanía, aquella que no está acostumbrada a permanecer en
claustro durante una temporada indefinida -si bien hay un límite decretado para
la cuarentena, dependerá de cómo se desarrolla el control de la pandemia en
nuestro país para determinar si el plazo se mantiene o se extiende- es cómo
hacer más llevadera la vida en el encierro. Pienso, sin embargo, en quienes
apenas pueden sostener su economía en circunstancias normales y me da vértigo
imaginarlos en confinamiento; una solidaria cadena de socorro podría paliar su
falta de generación de recursos para satisfacer necesidades muy básicas (admito
también que una cosa es decirlo y otra el poder ponerlo en práctica; pero en
momentos de gran dolor suele emerger una sinergia social-estatal que lo
consigue).
No es que una familia relativamente acomodada pueda sostener
indefinidamente una situación –la del encierro- pero mientras más se prologue,
la convivencia se hará más compleja: están los efectos gratos, el reencuentro
familiar, por ejemplo, pero la limitación física es un reto a nuestra capacidad
de generar actividades gratificantes. Por medio de las redes sociales se han
estado divulgando sugerencias muy atractivas que van en esa línea.
Hay quienes tienen la fortuna –es mi caso- de que su fuente
laboral hubiera optado por el teletrabajo; bajo esta modalidad, uno cumple su
jornada laboral de manera análoga a la presencial, aunque en absoluta
dependencia de la conectividad que no siempre es óptima. Con todo, es la mejor
de las opciones posibles (aplicable solo a cierto tipo de trabajos, además). Empero,
¿el resto del tiempo: las horas de esparcimiento, el fin de semana…?
En tal sentido, tengo el atrevimiento de poner a disposición
suya un espacio virtual de mi creación al que le dedico unos minutos al día
–llueva o truene- desde agosto de 2015, pero antes de entrar en detalles haré
un par de consideraciones.
No se tome a la presente como una publi-columna; lo sería si
lo ofrecido fuera a cambio de pago. No solo que no lo es, sino que ni siquiera
tiene objeto de lucro, es de libre acceso – de hecho, alrededor de ochocientos
ciudadanos están registrados como participantes- y nadie está obligado a verlo.
El otro asunto se refiere al “ranking” de competencias
laborales más valoradas en la actualidad. El podio se ve así: 1) Pensamiento
crítico 2) Resolución de problemas complejos y 3) Creatividad. Nuestra
actividad tiene que ver con la tercera, aunque yo pienso que las tres forman un
sistema muy poderoso. Hasta hace 15 años, la creatividad figuraba en el puesto
10 de tales competencias y, de acuerdo a Nicanor Ursúa (Cerebro y conocimiento: un enfoque evolucionista, editorial
Anthropos, 1993), el siglo XXII será el Siglo de la Creatividad.
¿Qué tal, entonces, una pastilla de creatividad por día? De
eso trata la página “Creativol” alojada en la red Facebook, de estimular la
generación de ideas y fortalecer el pensamiento creativo en quienes se acercan
a este lugar, mediante textos seleccionados (esas son las “pastillas”), uno por
día, de todos los aspectos que involucra esta posesión humana.
Me seduce la idea de hacer de esta
iniciativa una herramienta interactiva; pero eso requiere tiempo que, por lo
pronto el administrador –el autor de este artículo- no dispone: un foro que
involucre a los estudios de la creatividad locales o una galería de
emprendimientos de jóvenes creativos, por ejemplo. Quizás esto merezca la
creación de otro instrumento vinculado al que es motivo del presente texto.
Queda usted cordialmente invitado(a) a
darse una vuelta por “Creativol”.
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