Suelo reservar mi primera columna del año para abordar
asuntos personales –tenemos por delante un periodo intenso del que nos
ocuparemos el resto del tiempo-. Así pues, con vuestra aquiescencia, entraré en
modo autorreferencial.
Es costumbre, al comenzar una nueva vuelta alrededor del
sol, plantearse un puñado de propósitos que guiarán nuestros actos durante este
ciclo anual. Pero fíjese que en el título los he puesto en singular (obviamente
porque sé cómo voy a terminar estas líneas); por lo demás, es la primera vez
que lo manifestaré de manera pública. Esto último me ha dejado un tanto
perplejo porque una cosa es pensarlo –o expresarlo a un círculo íntimo- y otra
revelarlo abiertamente. Por ello me pregunto ¿qué es un propósito?...
Permítame una digresión –creo que necesaria-. Al redactar
mi primera columna de la pasada gestión (2018) sabía, de algún modo, los ejes
de la misma en el orden estrictamente personal, y a su celebración la dediqué,
bajo el título “Paternidad, docencia, columna” pues en las tres categorías
habría de cumplir 20 años de ejercicio.
Llegué a vivir estos aniversarios propios en íntima
satisfacción. Me puse a recordar que, en el caso de la columna, cuando acepté
la invitación para escribir periódicamente tenía ideas para tres artículos y
aquí estamos dos décadas después; algo parecido me sucedió cuando acepté la
invitación para ejercer la docencia y como una especie de reconocimiento no
pactado se me brindó la opción de acceder a la docencia a tiempo completo lo que
también acepté con entusiasmo, dejando de lado otros planes y un probable viaje
de estudios al exterior. Así se asumen las decisiones. En cuanto a la
paternidad, la disfruto día a día, máxime cuando el vástago ha vencido con
solvencia la mitad de su formación profesional.
Esta gestión no tendré esta clase de efemérides –al menos
no en cifras redondas, que son las que se festejan-, por tanto, viene bien esto
del propósito.
A propósito, la pregunta que hice puede responderse por la
inversión de la misma, o sea por lo que no es un propósito, por ejemplo un
deseo, una resolución, un reto, etc.
Un deseo no depende de uno mismo, sino de un conjunto
factores que habitualmente está fuera de nuestras manos el darle cumplimiento.
Puedo, como una Miss, desear “la paz mundial” pero está claro que sin un
consenso jerárquico la amenaza a la misma estará permanentemente latente.
Una resolución es una determinación de ejecución inmediata.
Probablemente la que tomé el 1 de enero de 1980 sea la más drástica que tomé:
ser vegetariano, cosa que sigo siendo al día de hoy.
Un propósito, sin embargo, es el compromiso de uno mismo con
un logro alcanzable en términos personales; es una declaración de intenciones a
desarrollar a lo largo de una gestión, ciclo o plazo. Puede o no materializarse
– de hecho, algunos propósitos son la renovación de los que quedaron
pendientes: un viaje, un curso, una publicación-.
Y aquí viene el problema, mi problema. Si me pongo a
manifestar mis propósitos para cada uno de los ámbitos en los que me realizo,
el espacio quedaría absolutamente restringido. Sólo el expresarle –con
argumentos- a mi esposa los propósitos –votos, se dirá- que me hago para nuestra
vida en común me tomaría toda la página. Y así con todo.
Por eso, en un afán de síntesis, sólo expresaré un
propósito que enmarca a la totalidad de ellos: ser mejor, tanto en los espacios
sociales en los que me desenvuelvo como con los seres que aprecio, incluido
usted que lee este breve manifiesto.
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