miércoles, 17 de enero de 2018

Quinientos días



En julio de 2016 publiqué en este espacio un texto titulado “Mil días” en el que señalaba lo que, en mi criterio, las fuerzas democráticas deben realizar para llegar, con 200 días de anticipación, en las mejores condiciones a la elección de 2019. Pues bien, habiendo transcurrido la mitad de ese tiempo, es momento de revisar lo ocurrido hasta hoy y plantear lo que queda por hacer para tal finalidad.

 Cabe decir que el artículo que menciono partía del hecho emergente del referéndum del 21 de febrero de aquel año cuyo mandato, clarísimo, dispone el cumplimiento de la Constitución, que prescribe la imposibilidad de que la dupla Morales-García de volverse a presentar como candidatos a los cargos que ostentan –yo sigo sosteniendo que incluso el período en curso está al margen de la CPE-. 

Algo que ha sucedido en este lapso de quinientos días ha sido la vergonzosa “habilitación” de dichas personas no sólo a la candidatura para el próximo período de gobierno sino a la reelección indefinida. El régimen echó mano de uno de sus mecanismos –el ilegítimo TCP- que, mediante una interpretación antojadiza del Pacto de San José, dio luz verde a su afán de perpetuarse e poder. Estos extribunos saben que, tan pronto como la democracia se restablezca en Bolivia, serán sometidos a sendos juicios por prevaricato. 

 Sin lugar a dudas, esta artimaña del régimen cambia el escenario previsto entonces, aunque no debería distraernos del objetivo trazado ya que, desde otros ámbitos, vientos adversos soplan en contra del oficialismo. 

La cuera que la ciudadanía le propinó en el plebiscito de diciembre lo tiene aún aturdido. El mensaje de rechazo a su pretensión de gobierno vitalicio –hecho explícito con las leyendas puestas en millones de papeletas- le ha causado un indisimulable enojo que le ha llevado a cometer errores de grueso calibre; el más notorio, la promulgación de la ley del Código del Sistema Penal cuyo propósito es obligar a los ciudadanos a caminar con el testamento bajo el brazo. 

La ciudadanía se articuló para dejar en claro que no está dispuesta a comer vidrio molido. Al impulso inicial de los médicos, siguieron las manifestaciones de diversos estamentos de la sociedad, mismas que continúan y no dan signos de bajar los brazos hasta conseguir la abrogación del instrumento y el respeto al mandato popular expresado el 21F. 

Dos fenómenos se han acentuado durante estos 500 días: la emergencia de una juventud que no va a permitir que el régimen le arrebate sus sueños de libertad y el surgimiento de un poder femenino formidable. 

Agregamos un par de cosas más: el empoderamiento de la clase media y su capacidad de autoconvocatoria vía redes y, justamente, la conformación de plataformas ciudadanas de defensa de la democracia. 

Desde el lado de la política organizada, el hecho más sobresaliente ha sido la conformación de un ente suprapartidario, inicialmente de seis líderes y actualmente de cinco, dada la sospechosa defección de uno de ellos. Esta instancia ha producido documentos claves en momentos neurálgicos y, más de una vez, ha sacudido al régimen. 

Grosso modo, tal es el recuento de medio tiempo. La ciudadanía se ha puesto a la altura de las circunstancias, pero su debilidad es la dispersión, algo que se consigue con organización y visión política por lo que este segundo tiempo debe producirse, ineludiblemente, la convergencia entre ambos mundos, para lo que hay que apelar a la grandeza y, llegado el momento, el desprendimiento de los líderes con menores posibilidades –aunque tienen estos 500 días para demostrar su viabilidad-. 

No se competirá sólo contra otro partido sino contra un régimen que controla todos los poderes del Estado y contra “candidatos señuelo” financiados por éste. Tenemos hasta junio-julio de 2019 para llegar en forma a las elecciones y arrasar en las mismas.

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