miércoles, 30 de marzo de 2016

Calzón sucio



Tenía toda la intención de dedicar esta columna al hecho más importante ocurrido el mes que termina, un hecho cuya influencia la intuimos superlativa, pero que aún estamos a cierta distancia de corroborarlo. Ni siquiera quisiera aún calificarlo como “histórico” como lo han hecho gran parte de los medios y los analista –considero que para dar ese calificativo a un evento debe haber transcurrido algún tiempo a partir de su verificativo- pero que contiene suficientes elementos como para merecerlo en el mediano plazo. Me refiero a lo acontecido en Cuba, con las visitas de Obama y los Rolling Stones a Cuba. Mal hacen los maximalistas del exilio cubano en proclamar que tal acontecimiento no sirvió para maldita la cosa porque “nada cambió” con eso; peor hace el exdictador Castro en negar la realidad que tiene ante sus ojos y que su tozudez le impide ver. ¿Cree usted que los alrededor de un millón de cubanos que presenció el concierto de la banda inglesa van a esperar otros 50 años para que ocurra algo similar en la isla? No. El mundo libre ya ha llegado a la tierra de Lezama Lima, y lo ha hecho para quedarse.

De verdad que quisiera extenderme en este asunto, pero para ello tendría que abstraerme absolutamente de las miserias provenientes del régimen local, cosa enteramente imposible, como usted mismo convendrá. Volvamos a lo nuestro, entonces.

En la anterior entrega había mencionado cómo es que el régimen, perdido por perdido, sacó a su comodín –Morales Ayma- para intentar revertir la tendencia negativa a su rereelección presente desde el momento de la convocatoria al referendo con el que buscaba la modificación del artículo 168 de la CPE para tal efecto. El régimen ha quemado a su mayor “joker”, pero le restan todavía algunos de menor valor para afrontar situaciones embarazosas como la del caso Zapata-Estado-CAMC.

Si consideramos al tema marítimo como el comodín político por excelencia, siempre listo a ser sacado de la manga por el gobierno –cualquiera sea éste- para generar un sentimiento de unidad nacional cuando el momento lo requiera, éste tampoco pudo generarle gran rédito –pilar de la campaña masista en el referéndum constitucional-; podríamos considerar a las aguas del Silala como un comodín auxiliar, bien guardado desde 2009, para que ante la tormenta perfecta que se le vino encima al régimen, sacarlo a relucir. 

Debo dejar constancia que estoy de acuerdo con reclamar a Chile por el uso no remunerado que hace de estas aguas pero que, sin embargo, me parece un despropósito anuncia que se lo hará recurriendo a la Corte de La Haya lo que, en mi criterio, sería una doble distracción: ya se lo utiliza para distraer a la opinión pública a objeto de desviar su atención de escándalo de faldas y tráfico de influencias que envuelve al régimen y, además distraería, en el tribunal internacional, el asunto central por el cual ya se interpuso una demanda. ¿Qué tal si La Haya acabará dándonos la razón en el asunto del Silala y negándonosla en el marítimo? ¡Lindo premio consuelo, ¿no ve?!

La mala noticia para el régimen es que, a pesar de su astucia de viejo tahúr, sus jugadas ya no parecen alcanzarle para quitarse la porquería que está a punto de asfixiarle.

Cuando parecía que por fin el régimen conseguía zafarse del rollo inmundo en que se encuentra, la expareja de Evo Morales muestra sus cartas (no es una metáfora) y la rosca gubernamental se hunde unos centímetros más en el retrete. “¡Calzón sucio, calzón sucio!”, sentencian los espectadores. 

Y el Diablo, que no sabe para quién trabaja, ensaya un discreto “Adiós, mi rey”.

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