Este artículo se llama, en realidad, “Del ‘empate
técnico’ al ‘segundo tiempo’: la negación como estrategia”, pero por su
extensión –más propia de un ensayo, que de una columna- quedó comprimido en su
título.
¡Qué gana la del régimen por negar su(s) derrota(s)!
¡Están peor que Chile negando que la República de Bolivia nació con costa
marítima! Un poco más y me convencen de que no hubo referéndum y de que el
bárbaro –en términos arguedianos- de palacio no sufrió la humillante derrota
que sufrió.
Poco me importa que así sea, porque la ciudadanía ya
conoce el jueguito y esta vez no va a comer el vidrio molido que le ofrece
quien mordió el polvo. En todo caso, el problema es suyo y mejor para el país
si eso le causara la definitiva perdición.
Dice la máxima de “Alcohólicos anónimos” que, para
iniciar el camino de la recuperación, el sujeto debe empezar por reconocer que
está enfermo. Y recién, a partir de tal admisión transitar el largo y pedregoso
sendero que lo hará libre del vicio y la enfermedad que éste provoca.
Ebrio de poder, el régimen no da la menor señal de
reconocer que está sobreviviendo con respiración artificial luego del sopapo
recibido en la consulta; sus operadores parecen más personajes de “Teletubbies”
que gente en pleno dominio de sus facultades mentales, de tan aturdidos que se
encuentran. Reitero nuevamente: tanto mejor si no lo hacen, que el espectáculo
es impagable.
¡Qué “segundo tiempo” ni qué ocho cuartos! Si hacemos un
recuento de los últimos eventos electorales –exceptuando comicios
presidenciales- veremos que al régimen le ha ido como la mona. Siempre hay
maneras lingüísticas de relativizar los datos –“Controlamos el 80% de los
municipios”, por ejemplo, pero cómo quisieran cambiar ese “80%” por La Paz, El
Alto, Santa Cruz de la Sierra, Cochabamba, Tarija y Cobija- A propósito, por el
resultado que obtuvo el “NO” en Beni, queda absolutamente claro que el
Gobernador en funciones es producto de un fraude descarado. Si hay alguien que
debe ser sometido a revocatorio es dicho impostor.
El régimen fue vapuleado en las “elecciones judiciales”
(más de la mitad de la ciudadanía votó blanco o nulo y otra parte se abstuvo de
participar, “eligiendo” a los “preseleccionados”, salvo en un par de casos, con
míseros votos). Lo correcto hubiera sido admitir el fracaso y dar por nula la
“elección”, pero se negó a hacerlo y así les (nos) fue.
De las elecciones “subnacionales” ya hemos hablado líneas
arriba, de modo que es el turno del referéndum autonómico que fue otro
estruendoso fracaso para el régimen, empeñado en que los estatutos elaborados
por sus asambleístas departamentales en una anterior gestión fueron echados a
la basura en ocho horas de votación. Sin llegar a negarlo, el régimen intentó
mostrarse indiferente ante los resultados.
Convencido de que en el referéndum constitucional se
jugaba el todo por el todo, el régimen decidió poner en juego a su comodín, al
mero mero, al joker, al infalible, al más sexy, y acabó barrido por la
historia.
Lo curioso es que hasta ahora no se le ha escuchado un
reconocimiento explícito, contundente, de su derrota –o del triunfo del NO, si
se lo quiere ver desde ese lado-. Ni siquiera, a efecto de respetar el rito
democrático, que puede manifestarse como un parco gesto de saludo o hasta como
una felicitación protocolar a los oponentes victoriosos.
Enfermo, además de derrotado, el régimen niega, reniega y
hace renegar a una ciudadanía emergente que ya no se deja engañar por sombras
chinescas. ¿Chinescas dije? Podríamos dejarlo en sombras, nada más.
Y si, además, negamos al hijo…
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