miércoles, 16 de marzo de 2016

La negación como estrategia



Este artículo se llama, en realidad, “Del ‘empate técnico’ al ‘segundo tiempo’: la negación como estrategia”, pero por su extensión –más propia de un ensayo, que de una columna- quedó comprimido en su título.

¡Qué gana la del régimen por negar su(s) derrota(s)! ¡Están peor que Chile negando que la República de Bolivia nació con costa marítima! Un poco más y me convencen de que no hubo referéndum y de que el bárbaro –en términos arguedianos- de palacio no sufrió la humillante derrota que sufrió.

Poco me importa que así sea, porque la ciudadanía ya conoce el jueguito y esta vez no va a comer el vidrio molido que le ofrece quien mordió el polvo. En todo caso, el problema es suyo y mejor para el país si eso le causara la definitiva perdición.

Dice la máxima de “Alcohólicos anónimos” que, para iniciar el camino de la recuperación, el sujeto debe empezar por reconocer que está enfermo. Y recién, a partir de tal admisión transitar el largo y pedregoso sendero que lo hará libre del vicio y la enfermedad que éste provoca.

Ebrio de poder, el régimen no da la menor señal de reconocer que está sobreviviendo con respiración artificial luego del sopapo recibido en la consulta; sus operadores parecen más personajes de “Teletubbies” que gente en pleno dominio de sus facultades mentales, de tan aturdidos que se encuentran. Reitero nuevamente: tanto mejor si no lo hacen, que el espectáculo es impagable.

¡Qué “segundo tiempo” ni qué ocho cuartos! Si hacemos un recuento de los últimos eventos electorales –exceptuando comicios presidenciales- veremos que al régimen le ha ido como la mona. Siempre hay maneras lingüísticas de relativizar los datos –“Controlamos el 80% de los municipios”, por ejemplo, pero cómo quisieran cambiar ese “80%” por La Paz, El Alto, Santa Cruz de la Sierra, Cochabamba, Tarija y Cobija- A propósito, por el resultado que obtuvo el “NO” en Beni, queda absolutamente claro que el Gobernador en funciones es producto de un fraude descarado. Si hay alguien que debe ser sometido a revocatorio es dicho impostor.

El régimen fue vapuleado en las “elecciones judiciales” (más de la mitad de la ciudadanía votó blanco o nulo y otra parte se abstuvo de participar, “eligiendo” a los “preseleccionados”, salvo en un par de casos, con míseros votos). Lo correcto hubiera sido admitir el fracaso y dar por nula la “elección”, pero se negó a hacerlo y así les (nos) fue.

De las elecciones “subnacionales” ya hemos hablado líneas arriba, de modo que es el turno del referéndum autonómico que fue otro estruendoso fracaso para el régimen, empeñado en que los estatutos elaborados por sus asambleístas departamentales en una anterior gestión fueron echados a la basura en ocho horas de votación. Sin llegar a negarlo, el régimen intentó mostrarse indiferente ante los resultados.

Convencido de que en el referéndum constitucional se jugaba el todo por el todo, el régimen decidió poner en juego a su comodín, al mero mero, al joker, al infalible, al más sexy, y acabó barrido por la historia.

Lo curioso es que hasta ahora no se le ha escuchado un reconocimiento explícito, contundente, de su derrota –o del triunfo del NO, si se lo quiere ver desde ese lado-. Ni siquiera, a efecto de respetar el rito democrático, que puede manifestarse como un parco gesto de saludo o hasta como una felicitación protocolar a los oponentes victoriosos. 

Enfermo, además de derrotado, el régimen niega, reniega y hace renegar a una ciudadanía emergente que ya no se deja engañar por sombras chinescas. ¿Chinescas dije? Podríamos dejarlo en sombras, nada más. 

Y si, además, negamos al hijo…

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