El hedor que emana de las entrañas del régimen dejando
adivinar el estado de putrefacción en el que éste se encuentra tiene, con el
caso del Fondo Indígena, un componente más de dicha pestilencia.
Como tantas otras veces, el régimen pretende tapar el
escape con sus malas artes propagandísticas… y lo insólito del asunto es que,
hasta ahora, viene aplicando su silenciador (porque estas odorantes corruptelas
traen consigo, al comienzo, atronadoras denuncias) sin que, en última
instancia, se muestre siquiera algo afectado en su apariencia. Esto tiene, en
mi criterio, al menos dos explicaciones: o el régimen tiene una habilidad
descomunal para imponerlo (el silenciador) o la población se encuentra
absolutamente enajenada por la –ya menguante- bonanza con pies de barro que el
régimen exhibe como suya. Una combinación de ambas, en proporciones iguales,
podría también considerarse.
Sucede, sin embargo, que el escándalo del Fondo no es el
hecho aislado que el régimen pretende sortear, como hizo con el resto de los
escándalos previos al mismo, ni será el último –está en puertas el escandalazo
del programa “Mi Agua” que tiene a la cooperación internacional completamente
azorada-.
Baste recordar los casos YPFB (Catler/Uniservice) –con asesinato
incluido-, catering de BOA, red gubernamental de extorsión, Soza, Ormachea,
Sanabria y una serie de contrataciones directas (teleférico, satélite, entre
otras) para, sumados al de Fondo y a los que vendrán -¿cuántos más hasta que la
ciudadanía los considere suficientes?- para considerar que no se trata de casos
aislados sino de una política sistémica de ejercicio de megacorrupción; que el
robo es consustancial al partido de gobierno.
Pero indefectiblemente, luego de los apestosos vapores
–por muy parchados que estuviesen los orificios de quien los produce- llega la
deposición que mientras más contenida, más explosiva.
Ese momento, no habrá silenciador ni desodorante capaces
de anular lo que del Fondillo del régimen provenga; no habrá blindaje posible
para su puesta en evidencia, ni deberá haber dudas sobre su verdadera
naturaleza: llegó para enriquecerse con los fondos públicos. ¡Un (fi)asco
total!
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