viernes, 16 de diciembre de 2011

"Diálogos en el proceso de cambio"



La que sigue es la transcripción de mi intervención, en calidad de comentarista, durante la presentación del libro "Diálogos en el proceso de cambio", realizada el jueves 15 a hora 19:30, en el salón "Illimani" del hotel Raddisson.

Buenas noches. Deseo expresar mi agradecimiento tanto a la Fundación Konrad Adenauer como a la Asociación Boliviana de Ciencia Política no, o por lo menos no en primer término, por haberme invitado al panel de comentaristas de esta presentación, sino por el genuino compromiso para sostener espacios de debate democrático en un tiempo poco “aconsejable” para dicho cometido. Un participante, durante alguna de las jornadas de análisis promovidas por ambas entidades, decía que la mejor prueba de que en Bolivia había democracia era justamente que estábamos ahí deliberando sin amenaza alguna. Yo creo que lo hacíamos, como lo estamos haciendo ahora, “a pesar” de las restricciones, cada vez más duras contra la libre expresión, no necesariamente bajo la figura de amenaza física sino, las más de la veces, de represalia material; intente usted canalizar recursos con destino al fortalecimiento democrático y entenderá lo que digo. Gracias, entonces.

A manera de inicio quiero mencionar dos conceptos que han estado rondando mis pensamientos durante estos días; y, luego, ya entrando en materia, una advertencia que creo necesaria.

El primero tiene algo de homenaje también, pues hace referencia a una precisión que hizo nuestro buen amigo Joan Prats, que en paz descanse, en un foro auspiciado por la KAS, si no recuerdo mal. Decía el politólogo español que la política no es la ciencia política –indistintamente confundidas por mucha gente, gente, incluso, de buena preparación en otros campos- ; si así fuera, decía, entonces, los mejores políticos serían los cientistas políticos. No suele darse esa coincidencia, agregaba –aunque es frecuente en nuestro medio que ambos roles sean intercambiables según la situación que se ocupe en relación al poder, se me ocurre-. El analista, el cientista –continuaba- tiene cualidades extraordinarias, muy apreciables, pero que son distintas a las cualidades que requiere el político.

“La política es un saber en la acción y para la acción que puede ser inspirado e instruido desde la ciencia política, pero lo que sabe el político no lo sabe el cientista político, y lo que sabe el cientista político no lo sabe el político”, cita textual con la que paso al segundo.

Muy próximos al cierre de la gestión 2011, me provoca mucho expresar que los días pasan lentamente y los años pasan volando. ¡Qué rápido ha pasado!, solemos decir cada fin de año, pero muchas veces apenas podemos sobrellevar el día a día porque los obstáculos de presente continuo, de ese “estar pasando”, nos los hacen interminable.

De manera análoga, la sociedad termina aceptando cosas que en el desarrollo de su incorporación a las realidades cotidianas se las combatía con argumentos incontrastables desde la lógica y desde el sentido común también. Lo que ocurre es que la vida –tanto individual como en sociedad- continúa y nuevos desafíos se aproximan en el horizonte aguardando la posibilidad de rectificar lo que a pesar de su inaplicabilidad o inconsistencia, se impuso de todos modos.

Bien, ahora, respecto de la advertencia que adelanté, me encuentro con que la obra titula, al igual que el programa del cual procede, Diálogos en el proceso de cambio. Cuando en mis escritos me veo obligado a utilizar las tres últimas palabras, las pongo entre comillas, no obstante reconocer que el régimen las hizo suyas; a fuerza de consigna se adueñó de un concepto consustancial a la democracia, porque ¿qué es la democracia sino un continuo cambio, eso sí con sujeción a las leyes? Cambio sin ley es anarquía, y ley producto de la continua violación de normas precedentes no es democracia. Dicho esto, vayamos al texto.

“Diálogos en el proceso de cambio” es la memoria del programa del mismo nombre que las instituciones convocadoras desarrollaron durante 2011. Estructuralmente hablando, mantiene la característica metodológica de otras publicaciones KAS/ABCP: Presentación del tema a cargo de la ABCP, con datos y criterios de contexto; ponencias de los panelistas; debate con la intervención de los asistentes al foro, y, como colofón, en lugar de las conclusiones que aparecen en los textos de otros programas, un ex post, con lo sucedido en relación al tema luego de efectuado el foro. Probablemente sea éste, el principal atractivo de la publicación; no es frecuente encontrarse en el escritos de este tipo con hechos posteriores que confirmen o refuten los análisis previos. El segundo eje temático incluye, además, una carta testimonial.
Dichos ejes, uno aislado y dos de alguna manera relacionados son: “Preelección política y elección popular de los Magistrados del Órgano Judicial en Bolivia: Problemas, incógnitas y desafíos” cuyo debate se realizó en Sucre el 28 de junio, “La cuestión indígena en el gobierno del MAS: Entre el discurso y la realidad”, cuyo debate tuvo lugar en Cochabamba el 12 de septiembre; y “TIPNIS: La concentración del conflicto social y la crisis política gubernamental” llevado a cabo en La Paz, el 9 de noviembre en La Paz.

Tuve el gusto de presenciar este último y ser testigo de la calidad de los expositores, más allá de no necesariamente compartir el punto de vista de alguno de ellos.

Cuentan también con valor documental, puesto que no son meras líneas de circunstancia, el prefacio, firmado por Susanne Käs, representante KAS en Bolivia y la presentación, firmada por Marcelo Varnoux Garay, Presidente de la ABCP, que da cuenta de la metodología y el criterio empleado para la elección de cada eje temático.

El proceso de selección/elección de autoridades judiciales, ciertamente fue “inédito”, pero no por las razones que aduce el régimen para calificarlo como tal. En un artículo que escribí durante los días previos a la pre/elección asamblearia señalé que, dada la naturaleza meritocrática y de escalafón de estos cargos, llevar a votación los mismos sería como someter a elección popular los puestos del alto mando militar, y abriendo las candidaturas a soldados, cadetes, suboficiales y oficiales de todos los rangos. Podría darse que un dragonéate resultara elegido como comadante en jefe.

Contra todo sentido común, aunque apoyado en la prescripción constitucional, el régimen llevó a efecto su elección, cometiendo durante el transcurso del proceso una serie de arbitrariedades. A esto se sumó el carácter plebiscitario que adquirió y que, una vez conocidos los resultados, lo dejó malparado y sus elegidos quedaron huérfanos de legitimidad. Con todo, éstos van a ser posesionados dentro de algunas semanas y se habrá consumado un golpe “light” a la administración de justicia, extremo a ser confirmado cuando el Tribunal Constitucional Plurinacional viabilice la re-reeleción del Sr. Evo Morales.

Los ponentes sobre este tema –Marco Baldivieso y Germán Gutiérrez Gantier- diagnosticaron problemas similares, pero el último fue enfático al señalar que: “Podemos tener un Órgano Judicial altamente ilegitimo y altamente penetrado por el poder político nacional”. Que es justamente lo que se ve –y se anota- una vez concluido este capítulo que ratifica al nuestro como un país/laboratorio.

El texto, en la parte de compulsa del análisis con los hechos posteriores, destacada anteriormente, plantea una inquietante cuestión: “Un dato curioso –sostiene- que no ha sido aclarado es que el voto nulo prácticamente arrasó en el ámbito urbano del país. En todos los casos, los votos nulos están – en promedio – por encima del 52% y los válidos no superan el 35%. Sin embargo, los votos del área rural han compensado esa diferencia, ya que en todos los casos, el promedio de votos válidos es 49% y el de votos nulos el 26%. El problema radica en que casi el 70% de la población de Bolivia reside en áreas urbanas – ciudades capitales e intermedias – y el resto en el área rural. Si esto es así, aún cuando en el área rural hubiera triunfado el voto válido, de ninguna manera podría haber equilibrado al voto nulo de las ciudades ya que en términos absolutos mucha menos gente vive en el campo”.

Los siguientes dos ejes temáticos parecen tener una relación antecedente/consecuente insospechada hasta hace menos de dos años. No es el mismo caso del tema anterior que ya podía ser tratado desde que pasó a formar parte de las prescripciones constitucionales; se trata más bien de la “coincidencia” de una temática de orden estructural –“lo indígena”- en su relativamente nueva condición de sujeto en nombre del cual dice actuar el régimen –y las tensiones entre el discurso y la realidad- y un hecho que pocos, o nadie, podían prever –al menos con el dramatismo con el que ocurrió- en el tiempo señalado conocido mundialmente por sus inicales: TIPNIS.

El nexo entre uno y otro lo traza el propio documento en el ex post del eje “La cuestión indígena en el gobierno de MAS: entre el discurso y la realidad” cuyo debate se efectuó 13 días antes del momento más álgido de la VIII marcha de los pueblos de tierras bajas. Tanto el documento base puesto a consideración por la ABCP como en la ponencia de Freddy Camacho Callizaya y, muy notoriamente, en las intervenciones de la audiencia, el “factor TIPNIS” concentra la discusión, con alguna expresión, incluso, en el marco de la deliberación democrática, contraria a los marchistas. Parecía, pues, inevitable hacer un foro específicamente orientado a esta materia y así ocurrió cuando el último diálogo de este ciclo abordó precisamente ésta bajo el rótulo de “TIPNIS: la concentración del conflicto social y la crisis política gubernamental”, diálogo al que, por haber ocurrido en La Paz, asistí en calidad de ciudadano y del cual me fui algo aturdido por la postura expresada por uno de los expositores, mi buen amigo Samuel Tola.

Me parece muy pertinente que los patrocinadores de estos diálogos hubieran subtitulado el segundo con la compulsa entre el discurso y la realidad. Si los actos fallidos –expresiones que hacen consciente lo inconsciente sin que quien las enuncia se lo hubiese propuesto- cuentan como datos ciertos de las intenciones de alguien, la que se le escapó a un funcionario gubernamental hace unos tres años en el marco de un foro análogo a los que proponen la ABCP y la KAS es muy ilustrativa de lo estaría pasando por la cabeza de algunos prominentes operadores del régimen. No me lo contaron, yo estaba ahí y no olvido la cita. “Los indígenas son nuestro mayor obstáculo; no sabemos qué hacer con ellos”… a confesión de parte… podría aplicarse perfectamente a esta confidencia.

Pero hablar de lo indígena hoy, no es lo mismo que haberlo hecho antes de la aprobación del texto constitucional que nos rige; en éste figura una categoría que, a efectos mnemotécnicos, la llamo “Orinoca” (originario indígena campesino) que, aunque no en ese orden, esconde, disimula, confunde, unos términos con los otros. Así, este dispositivo relativiza efectivamente aquello por lo que mucha ideología y mucha teorización se hizo los últimos 70 años; para bien y para mal, añado.

La creciente presencia del “factor TIPNIS” en el “el ambiente” dominó, como era de esperarse tanto las exposiciones como las intervenciones de los panelistas como de los aportes de los asistentes. “Lo indígena” volvió a adquirir autonomía conceptual, esta vez en franca interpelación al régimen.

Así pues, de entrada nomás, Freddy Camacho Callizaya titula a la suya “Una carretera civilizadora desarticula el discurso plurinacional pachamamista
e instaura el desarrollismo social darwinista como ideología del régimen masista” y se permite apreciaciones como la siguiente: “Este conflicto tiene la virtud de desarticular el concepto central homogenizante: Indígena Originario Campesino (IOC) que hoy muestra su contradicción interna entre Indígena vs. Campesino (si bien ambos responden al concepto originario), lo cual a su vez desarticula el concepto, antes unido, de tierra y territorio, descomponiéndolo en dos visiones antagónicas: tierra, que corresponde a la visión campesina, colonizadora, cocalera
vs. territorio que corresponde a la visión indígena”; que amplía lo que anoté.

Una suerte de preanuncio para el último eje que seguramente, en principio, sólo consideraba la evaluación de los dos años del segundo periodo de gobierno del presidente Morales pero, ante los hechos, los promotores del programa decidieron, supongo, “casarlo” con el “factor TIPNIS”. Fue ésta la ocasión, como les decía, en la que estuve presente entre la audiencia.

El factor TIPNIS sintetiza, como si alguien lo hubiera diseñado de tal manera, la suma de torpeza, incompetencia y cinismo del régimen. Quien crea que este asunto quedó resuelto con la promulgación de la “ley corta” y el tratamiento de su reglamento peca de ingenuidad. Inmediatamente promulgada dicha ley, el régimen montó una campaña de desacreditación de los dirigentes de los indígenas de tierras bajas y, en su constante de ver en todo acto crítico a su desempeño un acto de conspiración, llegó a afirmar que el propósito de la marcha era asestar un golpe de Estado. Habrá que hacerle recuerdo que a su llegada a La Paz, los marchistas y una nutrida cantidad de ciudadanos lograron ingresar al kilómetro 0, permanecieron cerca a media hora y se dirigieron tranquilamente a otro lugar… ¡A nadie se le ocurrió “tomar” el palacio de gobierno!. Estamos ante lo que el Vicepresidente denomina “estrategia envolvente”, eufemismo por lo que en términos vulgares se denomina “chanchada” (perdón por mencionarlo, pero no encuentro una manera más expresiva de hacerlo) y la recientemente concluida reunión de adherentes del régimen forma parte de la misma.
Pero así como expreso mi condena a esta manera de obrar del régimen, no puedo dejar, ya que la ocasión se me ha presentado, de hacer lo mismo respecto de algo que escuché en aquel debate –ya se los había adelantado-. Don Samuel Tola, no durante su exposición formal, sino en su intervención en respuesta a las consultas de la audiencia, dejó entrever, casi explícitamente, que el camino de resolución de esta crisis de Estado pasa por la intervención de las FFAA. Sencillamente inaudito.

A pesar de todas las restricciones que el régimen ha puesto al libre ejercicio democrático, la respuesta no puede llegar sino en los propios términos democráticos. Por lo pronto el régimen ha perdido buena parte de su capital político; aspecto que no es irreversible. Pero déjenme decirles, a modo de cierre, que ha perdido prácticamente todo su capital simbólico, y eso no tiene reparación.
Muchas gracias.

2 comentarios:

Hugo Centellas dijo...

Estimado Puka, quiero felicitarte por las opinones y el analisis sobre el libro "DIALOGO EN EL PROCESO DE CAMBIO", junto a Victor Hugo Cárdenas hicieron comentarios muy adecuados a la realidad y expresaron con altura y picante lo que muchos bolivianos pensamos.... lástima los infiltrados... pero siendo un espacio de dialogo democrático.. se acepta todo.. un abrazo...y gracias por la invitación..

Anónimo dijo...

Es mejor verte en ese plan "democrático" del diálogo y no incitando a "tomar el palacio" con otros "jaladores" como tú.

Omar Valdez Roldan.