Ocurre que mientras uno va dando vueltas sobre las ideas que finalmente plasmará en su columna, pueden emerger elementos que se ajustan con donaire a ellas por lo que su incorporación en la redacción resulta “natural”. Eso, en caso de que un suficientemente atractivo conjunto de imágenes dé sentido a la misma; en caso contrario, de la galera saldrá un texto menos elaborado, pero, en compensación, probablemente más fluido. Tal es mi experiencia vista desde la columnata y del teclado.
Estuve a punto de recurrir al truco de segunda instancia, cuando un suceso de relativa menor trascendencia frente a los grandes escenarios estructurales y de coyuntura que están socavando la viabilidad misma de nuestro país –más bien de un componente factual de tales escenarios-, divulgado mediante mi página en la red Facebook, vino en apoyo de la temática originalmente planteada para convertirse en la presente columna.
Estoy hablando del caso en el que 43 efectivos de las FFAA fueron sorprendidos, como además tituló La Prensa, “con las manos en la masa”, es decir in fraganti en el hurto de prendas de vestir y animalitos de peluche (!) que formaban parte del lote decomisado a contrabandistas y estaban almacenados en un depósito aduanero donde eran procesados para ser utilizados como relleno en la confección de colchones destinados a las propias Fuerzas Armadas.
Para asombro mío, y suyo con seguridad, entre los comentarios que llegaron a ese espacio, se encuentran varios de acérrimos cohonestadores de todo aquello que podría, eventualmente, dañar la imagen del régimen en conjunto o la de Evo Morales en particular… ciudadanos “más evistas que el evo” que están dispuestos a argumentar lo que fuera para demostrar ésta su extrema convicción -¿o condición?-.
El argumento que une a dichos valedores del régimen es el de que “la pobreza y extrema necesidad (la de los uniformados) justifica el que hayan incurrido en el delito”, que casi, casi, los redime. La teníamos frente a nosotros y la habíamos dejado pasar de largo: esta prueba de fe es la filosofía gubernamental condensada que explica la acción de los seguidores del régimen, alentada y practicada por el mismo. Desde los avasallamientos hasta las formas más pedestres de apropiación de lo ajeno, pasando por las tomas, las expropiaciones de facto y todo tipo de amenazas contra la propiedad. Justifican al violador porque su víctima “vestía una falda muy corta”.
Practicada por el propio “Estado revolucionario”, esta filosofía se ha aplicado a troche y moche; su más emblemático “capujo” es el paquete accionario del que Soboce era su titular en la sociedad anónima Fancesa. El Estado/régimen/movimiento no sólo que no ha cumplido el límite que él mismo fijó para la conciliación post expropiación sino que, groseramente, somete a juicio a quien la condujo a la prosperidad y, peregrinamente, ahora se le ocurre al Gobernador de Chuquisaca, anunciar que no cursará la parte de las utilidades de la gestión pasada correspondiente a Soboce en nombre de “las acuciantes necesidades del Departamento”. En un Estado de Derecho eso se llama “apropiación indebida”; en la opereta del cambio, revolución.
Uno de los productos de la Revolución Francesa se llama Napoleón; ¿qué producto generará la Fancesa?
1 comentario:
Oye Puka y la próxima vez que mi hermana y yo gritemos tu nombre a duo, nos das bola??. El miércoles en la noche, antes que empiece el concierto de LS te vimos y gritamos sin que siquiera nos notaras... no te hagas ya???..
Publicar un comentario