Así como el ébola, el virus más temido en el mundo, incluso por encima del virus de inmunodeficiencia humana, se cierne como una amenaza masiva a la vida en nuestro planeta, el évola, una suerte de correlato político del causante de la fiebre hemorrágica, se manifiesta como un depredador de la libertad y la democracia en nuestro país.
Arropado en un nominalismo –dar “entidad” a todo tipo de fenómenos solo por nombrarlos- delirante, que cada vez se asemeja más al discurso hueco en su más pedestre versión, el évola ha obrado diligentemente destruyendo a su paso lo poco, pero valioso, que en materia de Estado de Derecho, se hizo en décadas de trabajoso aprendizaje y construcción democráticos.
Por lo menos una vez por día –a veces hasta tres veces- los propagadores del virus nos cuentan acerca de algo “histórico” que acaba de ocurrir… tanto han devaluado el concepto que hasta el hedonista viaje del Jefe de Estado acompañado por un grupo de diablos para ver cómo pierde el seleccionado de fútbol es calificado con el antes respetable adjetivo. “Hipertrofia de historia”, podría denominarse uno de los síntomas de la enfermedad social causada por el évola. Creérselo es signo de catalepsia ciudadana; no es la muerte propiamente dicha, pero se parece.
En el paroxismo, estadio muy próximo al terminal, el mal parece adquirirse por ósmosis. Si en principio al virus le tomaba un esfuerzo adicional el reducir a las instituciones para someterlas a vil servidumbre, a la fecha, en obscena exhibición de lambisconería, el sistema se autoconserva. De tal jaez ha sido, por ejemplo, la sentencia evacuada por el Tribunal Agrario en un caso sobre el cual no tiene ni jurisdicción ni competencia.
¿Usted cree, por ventura, que con la ratificación vía urnas -porque elección no va a ser- de la selección albiazul (jugadores de quinta, además) la figura va a ser más presentable? Al contrario, vamos a MAS, que, para el caso, es exactamente al revés: vamos a menos.
¿Hay manera de contrarrestar este liberticidio y este democraticidio? Utilizando los mismos mecanismos de expansión del virus hay una ligera probabilidad de hacerlo: el dedo anular puede ser un actor central en la este cuadro clínico.
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