“Once bitten, twice shy” reza un popular proverbio anglo que, en un interpretación libre, podría equivaler a nuestro “no tropezar dos veces con la misma piedra”. Aparentemente, esta fue la línea que primó en la delegación boliviana acreditada ante la recientemente efectuada Asamblea de la Organización de los Estados Americanos, y la que la llevó a desistir de someter a consideración de la misma la reposición de la resolución del organismo panamericano por la cual se declaraba “de importancia continental” al tema del diferendo marítimo que sostienen Chile y Bolivia.
Como se sabe, ese hito diplomático tiene tres momentos –ahora cuatro- relevantes. El primero fue el de 1979 cuando, en el marco de la asamblea de entonces realizada en La Paz, coincidiendo con el año del centenario de la pérdida del territorio costeño, el gobierno del Dr. Walter Guevara logró que se introdujera el tratamiento multilateral del reclamo boliviano. Un segundo hecho ocurrió durante la gestión de Jaime Paz Zamora (1989) cuando Bolivia consiguió que tal concepto fuera agendado con “carácter permanente” en las reuniones del ente supranacional. Hasta que… (este es el tercer momento) como por arte de birlibirloque –“diplomacia de los pueblos”, le dicen- el régimen liderado por Evo Morales lo hizo desaparecer del escenario sin pudor alguno. El cuarto y actual momento se da cuando el “Estado Plurinacional”, propaganda interna mediante, despliega una campaña para reponer en la instancia continental la resolución que este mismo se encargó de ignorarlo.
Pero para hacerlo debía comprometer el apoyo de por lo menos 17 naciones, cosa que, a decir de la propaganda local, sería “pan comido”… Más, la misérrima calidad de la “diplomacia” masista se estrelló con una realidad adversa.
El antecedente no podía ser menos halagüeño: la ridícula posición en la que quedó el equipo negociador en la Cumbre del cambio climático de Cancún donde Bolivia embolsó 193 goles en contra… ni Venezuela apoyó la propuesta boliviana, lo que ya es mucho decir.
En esta ocasión, la misión diplomática prefirió hacer el ridículo por omisión que por acción; lo que da una idea de su peso y calidad.
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