jueves, 14 de abril de 2011

Renunciare necesse est

Debería(mos) estar acostumbrado(s) y, sin embargo, el régimen no deja de asombrar(nos). Con metafórica propiedad se dice que un ministro es un fusible. ¿Cuál es la singular propiedad de los fusibles –ahora llamados “térmicos”-? Cuando la tensión de la alimentación eléctrica (domiciliaria, industrial) sube abruptamente, el dispositivo “salta” y, con ello, interrumpe el fluido, evitando que la instalación sufra serios daños; normalmente se tiene a mano un par de estos aparatitos para reemplazar a los quemados… y la luz vuelve al lugar.

En términos políticos, de lo que se trata es de preservar la integridad de la figura presidencial mediante “sacrificios” personales destinados a impedir que ciertos asuntos escabrosos atribuidos al gobierno la desportillen ostensiblemente. Al cargar con la responsabilidad y presentar renuncia, el secretario de alguna cartera –cargo asumido por designación del primer mandatario- evita que el efecto de desgaste haga mella en la persona de Su Excelencia; el recurso tiene sus límites, porque cuando la gestión es intrínsecamente mala, no hay renuncia que atenúe el daño estructural.

La gran “innovación” introducida por el régimen plurinacional es que el caudillo no tiene empacho a la hora de concentrar toda responsabilidad sobre sí quedando sus colaboradores como unos tíos muy monos. Así las cosas, no es de extrañar que el actual estado de las mismas se deba, en parte, a que, por tal actitud, Moralitos hubiera estado generando su lento suicidio político, mismo que pretende revertir con manotazos de ahogado en un mar azul. Para dar ejemplos recientes, el señor en cuestión se ha atribuido explícitamente la autoría del “gasolinazo” e, implícitamente, al cubrir a su muchacho, la protección al director de inteligencia del ministerio de Gobierno, implicado en narcotráfico de grandes proporciones. ¿Cómo no pretenden que la imagen del Presidente no esté por los suelos con semejantes descargas eléctricas no interrumpidas oportunamente? Hay renuncias que, lejos de manchar, dignifican a sus titulares. Llorenti, Choquehuanca y Arce Catacora deberían haber tenido la decencia de hacerlo, pero no, ¡que se joda el jefazo!. El caso y motivo del senador Rojas son diferentes –él tiene un mandato y lo suyo es absolutamente personal- pero tortura y ejercicio de la representación democrática no combinan… ¡Renuncie, monstruo, si algo de humanidad le queda!.

Acudiendo a la memoria, nuestro chip lleva incorporado el concepto de que una de las reglas no escritas de la vida política es darse cuenta del momento en que es necesaria la renuncia, ya por lo anotado o por una decisión tomada en conciencia cuando uno “siente” que sus concepciones ya no cuadran con las del resto del esquema gubernamental. Pero, por lo visto, eso es mucho pedirles a nuestros servidores.

Entendiendo también que lo suyo es mandato y no designación, tanto un Presidente, como un Vicepresidente (lo digo en abstracto, sin necesariamente referirme a los actuales) deben ser lo suficientemente conscientes de que, a veces, su propio sacrificio materializado en renuncia puede ser el acto más responsable para con el soberano, más aún si se jactan de que gobiernan obedeciéndolo.

Por lo demás, acá le dejó con las palabras de un ministro de los de antes, el argentino Federico Pinedo: “Llevo la renuncia en el bolsillo”, es ley, acoto. Pero la ley es para otros…

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