Este régimen se está pareciendo, cada vez más, a un espectáculo circense en decadencia: Comenzó con deslumbrantes payasos, diestros trapecistas, hábiles malabaristas, duros domadores (de masas), perfectos ilusionistas, fenomenales tragafuegos y tragasables, y grandiosos cuentacuentos. Lo que vemos ahora es una caricatura de aquello: A los prestigitadores ya no les funcionan sus trucos, los clowns son los únicos que ríen con sus propios chascarrillos, los trapecistas ya no tienen red (base social cohesionada) que los sostenga (¡ouch!), el hombre de goma ya no tiene gran juego de cintura… ¡Lo patético es que insiste en distraernos con su chapucería!
Entre los numeritos que se han montado los ilusionistas está el de sacar de la galera un “Día de la reivindicación marítima”, justamente hoy, 29 de abril, fecha que no dice nada en terminos históricos, como sí lo hace el 23 de marzo, fecha en la que precisamente se reivindica el derecho de Bolivia de acceder a las costas del Pacífico. La manía del régimen de renegar de la República (¿considera que el 23 de marzo es demasiado neoliberal?) y, de paso, desviar la atención de la ciudadanía del descalabro politico, económico y moral de la administración gubernamental que nos está conduciendo al abismo como país, hace que en lugar de palomas o conejos salgan alimañas. Estaba anunciado: El 23 de marzo no es más el “Día del mar”, sino el “Día del carajo” –Evo dixit-.
Otro número chapucero de reciente data es el de la edificación, en el ombligo del delirante imaginario plurinacional, de un museo dedicado al llamado “proceso de cambio” –concepto caro a la democracia (democracia es cambio sostenible) del que el régimen se apropió para significar exactamente lo contrario, dado que el totalitarismo, por definición, es la perpetuación de un estado estacionario encarnado por el caudillo-. La idea no deja de tener su lado amable: la ímplicita admisión de que tal “proceso” se está convirtiendo en una pieza de repositorio; pero mientras llega ese dichoso momento, y sin mayor pretension, podemos sugerir algunos ítems sin los cuales tal recinto estaría incompleto. De entrada nomás, podría exhibirse la escena de la consagración del “líder espiritual de universo y sus confines” a manos de un narcoamauta; en otro ambiente tendría que recrearse la represión de La Calancha con su protagonista, aquel ex ministro, convertido en estatua de sal; debería, también, habilitarse un amplio ambiente donde quepan 33 camiones; y… ¡por supuesto!, es menester que tenga una sala destinada a la tortura, con imágenes de perros degollados y videos de un senador explicando sofisticados métodos originarios de obtención de confesiones. Aunque, pensándolo bien, el propósito original de hacer un museo podría trocarse por el de una cámara de horrores. Humilde aporte de un servidor.
Si lo anteriormente descrito se refiere a hechos, también hay dichos de dudoso humor que el tony cósmico ensaya de tanto en tanto; sin ir más lejos, la chanza de que aymaras y quechuas de este lado del mundo libraron encarnizadas batallas contra el Imperio Romano, sin saber que el Imperio Británico planificaba el exterminio de aquellos.
En el ambiente artístico se suele decir que, sin importar las circunstancias, “el show debe continuar”; pero como esto es la vida real, y está en juego el destino de todos, digo: El show, ¿debe continuar?...