jueves, 21 de enero de 2010

Nadie



Odiseo, fecundo en recursos, quedó atrapado en la cueva del cíclope Polifemo, quien se disponía a engullírselo. Así ocurrió:

-¡Cíclope! Preguntas cuál es mi ilustre nombre, y voy a decírtelo; pero dame el presente de hospitalidad que me has prometido. Mi nobre es Outis (Nadie), y Outis me llaman mi padre, mi madre y mis compañeros todos.

Así le hablé y y enseguida me respondió con cruel talante:

-A Outis me lo comeré al último, después de sus compañeros, y a todos los demás antes que a él: tal será el don hospitalario que te ofrezca.

Tirose atrás y cayó de espaldas. Así echado,dobló la gruesa cerviz y rindióle el sueño, domador de todo. harto de bebida, eructaba horriblemente, a par que de su garaganta fluía el vino, revuelto con carne humana. Entonces metí la estaca debajo del abundante rescoldo, para calentarla, y animé con mis palabras a todos los compañeros, temeroso de que me abandonasen aterrorizados. Mas cuando la estaca de olivo, con ser verde, estaba a punto de arder y relumbraba intensamente, fui y la saqué del fuego; rodeáronme mis compañeros, y una deidad nos infundió gran audacia. Ellos, tomando la estaca de olivo, hicáronla por la aguzada punta en el ojo del cíclope; y yo alzándome, haciála girar por arriba. De la suerte que cuando un hombre taladra con el barreno el mástil de un navío, otros lo ueven por debajo con una correa, que asen por ambas extremidades, y aquél da vueltas continuamente: así nosotros, asiendo la estaca de ígnea punta, la hacíamos girar en el ojo del cíclope y la sangre brotaba alrededor del caliente palo. Quemóle el ardoroso vapor párpados y cejas, en cuanto la pupila estaba ardiendo y sus raíces crepitaban por la acción del fuego. Así como el broncista, para dar el temple que es la fuerza del hierro, sumerge en agua fría una gran segur o un hacha que rechina grandemente: de igual manera rechinaba el ojo del cíclope en torno de la estaca de olivo. Dio el ciclope u fuerte y horrendo gemido, retumbó la roca, y nosotros, amedrentados, huimos prestamente; más él se arrancó la estaca, toda manchada de sangre, arrójola furioso lejos de sí y se puso a llamar con altos gritos a los cíclopes que habitaban a su alrededor, dentro de cuevas, en los ventosos promontorios. En oyendo su voz acudieron muchos, quién por un lado, quién por otro, y parándose junto a la cueva, le preguntaron qué le angustiaba:
- ¿Por qué tan enojado, oh Polifemo, gritas de semjante modo en la divina niche, depertándonos a todos? ¿Acaso algún hombre se lleva tus ovejas mal de tu grado? ¿O por ventura, te matan con engaño o con fuerza?

- ¡Oh, amigos! Outis (Nadie) me mata con engaño, no con fuerza.
Y ellos contestaron con estas aladas palabras:

- Pues si nadie te hace fuerza, ya que estás solo, no es posible evitar la enfermedad que te envía el gran Zeus; pero, ruega a tu padre, el soberano Poseidón.

El cíclope queda solo; Odiseo y su tripulación vuelven a su cóncava nave y agitan los largos remos. El hombre de lenguaje ha triunfado.

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