sábado, 14 de noviembre de 2009
Noviembre extremo
En lo que va de mi vida, un par de veces sometí a mi organismo a rigores extremos, una por privación de alimento y otra por privación de sueño. Ni una ni otra era el fin en sí mismo. Lo hice no solo voluntariamentente, sino consciente y comprometidamente. Casualmente ambas sucedieron en noviembre.
La más reciente fue en 2006 con motivo de la huelga de hambre reclamando a la Asamblea Constituyente la aplicación de la Ley Especial de Convocatoria a la misma que prescribe que para las resoluciones y textos de la Constitución se aplica la mayoría calificada (dos tercios de voto de los presentes) en toda instancia -esta ley no hace diferencia entre comisiones y plenaria-. La historia es por demás conocida; PODEMOS transó en mayoría absoluta para comisiones y 2/3 para la plenaria y allanó el camino para que la CPE fuera el bodrio que es ahora. Fue un "sacrificio" inútil, aguanté lo que el cuerpo resistió (7 días): más tiempo hubiera significado daño irreversible a mi salud.
Mucho se ha escrito sobre la condición de alguien que se somete a ayuno voluntario, por razones políticas en este caso, de modo que no voy a extenderme en el asunto. Voy, sin embargo, a referirme a otra prueba de entrega, ésta más grata que la descrita.
Sucedió 10 años antes que la antedicha; entre el 7 y el 12 de noviembre de 1997. Me encerré, con el impulso de Ramiro Serrano y Pavel Alarcón, esos 6 días (120 horas seguidas) en la cabina de radio "Dimensión" para difundir la música de los Rolling Stones exclusivamente... y lo logré. El no dormir durante tanto tiempo se parece a no comer... hacia la mitad de la prueba uno quiere renunciar porque el cuerpo manifiesta su extrañeza; pasado este umbral uno ingresa a un estado alterado de conciencia, a un plano místico, en el que lo físico pierde importancia.
Quizás quien mejor haya percibido desde el exterior esta experiencia fue Marco Sainz en su columna El Radiólogo (foto) de la cual extracto estas líneas:
"Pero uno de los afanes de Walter Reyesvilla era justamente que sea menos lo que se dice de ellos, sin haberlos escuchado, y que sea más lo que se disfrute y se los conozca en su oficio. Debemos decir que ese afán está logrado, como casi todos los demás que estaban autoimpuestos, incluido el de aguantar, en esa suerte de tortura placentera (que me imagino), permanecer despierto tantos días envuelto en el objeto de la propia pasión".
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1 comentario:
Aguante Puka, yo no me sacaba el walkman ni en el cole, felicidades y larga vida...
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