En acto de total irresponsabilidad, que hoy celebro porque me permite escribir con cierta sensación de haber estado ahí sobre el ambiente previo a la reconquista de la democracia, mi padre solía llevarme a reuniones semiclandestinas de no más de tres personas en las que se redactaban documentos invocando por apertura política –pensándolo bien, la táctica paterna era inteligente, ¡quién iba a sospechar de alguien que iba acompañado de un niño!, esto ocurrió entre mis 11 y 13 años-. Desde luego que una vez en el lugar de la cita permanecía en el recibidor hasta el momento de retornar a casa de la mano de mi viejo. En tales circunstancias veía fugazmente, entre otros, al recientemente fallecido benjamín Miguel Harb, a Luis Ossio Sanjinés y a Isaac Sandoval Rodríguez. No podría asegurarlo pero, algo más difusos, también a Walter Guevara Arce y a Roberto Jordán Pando. Los figuraba como héroes.
Así como estos encuentros, se desarrollaban otros en los que, renunciando a la opción armada, sus actores apostaban por el camino democrático para la conquista del poder. Hasta que por la vía del exilio, el dictador logró desarticular momentáneamente a los demócratas. Sin embargo, el clamor de libertad ya se había instalado.
Con el pasar de los meses, muchos sectores e instituciones comenzaron a sintonizar con el lenguaje que, una vez hecho común, hablaba de amnistía para los presos políticos y exiliados, desproscripción de los partidos y convocatoria a elecciones.
Ese contexto predemocrático que en su epidermis luce diametralmente opuesto al actual, fue propicio para el reclamo de libertades inherentes a un sistema democrático, ausentes en los de corte autoritario: libertad de expresión, libertad de reunión, libertad de locomoción, libertad de asociación para fines lícitos, libertad de prensa.
Más tarde se incorporó el factor Derechos Humanos condenando la tortura, que nadie puede ser detenido arbitrariamente, desterrado, menos ejecutado o “desaparecido” por propagar un pensamiento distinto al del régimen. Ya en los albores de la era democrática se comenzó a pensar en el diseño de una institucionalidad acorde con la misma, de Estado de Derecho. Más reciente es la incorporación del elemento transparencia, ligado al combate contra la corrupción.
En un sistema democrático saludable, todos éstos se relacionan entre sí. Ya se sabe, no es que en las dictaduras no haya corrupción; lo que no está activado son los mecanismos institucionales ni la libertad de expresión para detectarla y denunciarla, ni la libertad de prensa para exponerla. No hay fiscalización parlamentaria ni Contraloría independiente (para otros asuntos no hay órgano electoral, ni Tribunal Constitucional, ni garantías constitucionales, ni DD.HH.).
Si el contexto actual es distinto, ¿por qué tengo la sensación de que Bolivia se encuentra atravesando tiempos predemocráticos?
jueves, 18 de diciembre de 2008
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2 comentarios:
Dime una cosa Puka, no crees que tu vales mas que la guita que te pagan para escribir semejante mierda?
O realmente crees a esas cochinadas?
¿por qué tengo la sensación de que Bolivia se encuentra atravesando tiempos predemocráticos?
Porque eres un retrasado mental?
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