miércoles, 22 de enero de 2025

Medio Ambiente, botín para masistas

 


Con la reciente destitución, tardía y poco convincente, del penúltimo ministro titular de Medio Ambiente y Aguas, y del exdirector del SERNAP, una vez más la mácula de la corrupción se apodera de la entidad y por mucho que el nuevo ministro intente -lo más probable es que, en la recta final del periodo presidencial, no le alcance el tiempo para hacer algo relevante- limpiar la imagen de la entidad, es probable que no lo consiga. Tendrá que ser la próxima gestión gubernamental la que realice una cirugía mayor para extirpar el cáncer que deja el régimen masista.

Es doloroso que la seguidilla de hechos de corrupción más “sonados” -esto no quiere decir que no hubieran otros cuya “virtud” es, precisamente, permanecer en la sombra y el silencio- del último tiempo haya ocurrido en un espacio que, por la naturaleza de su campo de acción, era el llamado a ser libre de toda tentación a corromperse.

Cuando se piensa en órganos gubernamentales tradicionalmente ligados a la corrupción, se vienen a la cabeza la Aduana, Caminos, Policía, Judicatura, Derechos Reales, Migración, Derechos Reales, etc. y sus respectivas cabezas de sector en las que prácticas como el “diezmo”, el sobreprecio, el tráfico de influencias, el amiguismo (o compadrerío), el favor político, el “aval”, etc. están prácticamente institucionalizadas.

Hago, en la misma línea, un paréntesis para referirme al Ministerio de Educación, otro nido de malandrines que están a cargo nada más y nada menos que de la formación – esto atañe a los valores- de los próximos ciudadanos de este país.

Cuando se piensa en el medio ambiente, se nos vienen a la cabeza activistas realmente comprometidos con tal causa, casi idealistas de la preservación de nuestra casa grande, a escala mundial y local. Gente de servicio, voluntarios que inclusive están dispuestos a dar su dinero y hasta su vida en defensa de la Madre Tierra. Algunos de ellos con grados académicos en carreras relacionadas al rubro. Es de ese ámbito del que tiene surgir el ministro o la ministra del área -creo que, inconscientemente, estoy proponiendo a Cecilia Requena-; ¡No del que otorga avales de “movimientos sociales” para repartir el botín!

No es difícil señalar el origen de la corruptela en Medio Ambiente: otorgación de licencias ambientales sin mayor trámite que unos miles de dólares a la cuenta del ministro, inspecciones, previamente “aceiteadas”, de actividades depredadoras del ecosistema, e incluso protección, remunerada obviamente, a grandes destructores forestales y madereros… Vomitivo por donde se lo vea.

Y claro, todo bajo la gran patraña del “pachamamismo”, la reserva moral de la humanidad, que encantan en los foros internacionales mientras en la casa se incendia -literalmente-. En 2006, uno de los ideólogos y operadores del régimen, Carlos Romero, decía: “Los pueblos indígenas se complementan con la naturaleza. Es decir que son parte. No como las empresas transnacionales que ven a la naturaleza como objeto de explotación económica para enriquecerse”. Una vez más, el remed(i)o resultó peor que la enfermedad.

No deja de ser irónico el hecho de que mientras el ministerio de Medio Ambiente es uno de los botines más ambicionados por los “hermanos masistas”, la ciudanía expresa día a día, particularmente la juvenil, su angustia ante los eventos que ponen en riesgo la sostenibilidad de los ecosistemas.

Lo propio ocurre con quienes, a través de la escritura, expresan sus ideas en los medios. Hace poco, realicé un estudio sobre las temáticas que éstos abordan en sus columnas -publicadas en Brújula Digital, El Diario y La Razón, entre agosto y octubre de 2024-. De un total de 1 140, 52 estuvieron dedicadas al tema ambiental, cantidad nada desdeñable.

Hablamos dentro de diez meses.


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