jueves, 23 de enero de 2025

IA: Inteligencia Alasitera

 


Este reino del diminutivo en el que hasta el vocablo aimara “alasita” contiene, ¡vaya designio!, el sufijo hispano que se utiliza para referirse a aquello que consideramos chiquito en comparación con las dimensiones regulares de las cosas “reales”, tiene también su propia inteligencita, desarrollada siglos antes de lo que ahora se conoce como inteligencia artificial; ¡hasta sus iniciales son las mismas!

La Inteligencia Alasitera (IA) tiene sus propios (algo)ritmos, que son los de los paseos rituales, ahora Patrimonio Intangible de la Humanidad: el (algo)ritmo gastronómico de las comideras, apis y masitas que saben diferente a lo mismo en cualquier otro momento del año -saben, precisamente, a Alasita-; el (algo)ritmo de la canchitas -una cosa es jugar en lugares impersonales y otra hacerlo en la feria, al compás de los fierros de decenas de futbolines-; el (algo)ritmo de la “suerte sin blancas” que nos hace sentirnos más afortunados que en las rifas institucionales; el (algo)ritmo de la platita -la Alasita, en este tiempo, es el único mercado donde hay dólares-; el (algo)ritmo de los bienes por conquistar -bienes raíces y bienes de capital-; el (algoritmo) del registro civil -donde te casas sin compromiso-; el (algo)ritmo de las plantas -el bonsai, socio honorario de la floresta alasitera-; Hay, en fin, (algo)ritmos para toda imaginación.

Y no lo olvido. Lo dejé para el final adrede: el (algo)ritmo del Ekeko, ese mocko pendorcho que al que se le puede poner pedir, prompt mediante, desde lo más previsibles hasta los más extraños asuntos. Yo le pedí una rima, y me soltó “Tilín, tilín, tolón, tolón, me convertí en un bigotón”.

¡Que viva la Inteligencia Alasitera!


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