Esta columna pretendería
ser una reflexión sobre el lenguaje, pero me adelanto a decir que fracasaré en
el intento ya que, como un sino de inevitabilidad, dada la referencia ya
presente en el título, me (nos) conducirá a lo de costumbre: una reflexión
sobre el poder y sus entresijos.
Pero, eso sí, comenzaremos
por el lenguaje, para lo que cito a Mauro Rodríguez Estrada: “Es un hecho que
las personas muy importantes e impactantes de la sociedad y quienes tienen
madera para constructores y guías, son conscientes de que la vida moderna es
una constelación densa de comunicaciones, la mayoría de ellas verbales: la
política, la diplomacia, la educación, la gerencia, las ventas, la
capacitación, el ministerio religioso, la psicoterapia, el deporte organizado,
los espectáculos… son el reino de la comunicación”.
Comporta pues, para
quienes, desde la palestra pública, hacen uso de la legitimidad que les da su
posición, asumir, a lo Hombre Araña, una gran responsabilidad a la hora de
verbalizar sus criterios. Evidentemente, una misma frase pronunciada por un
poderoso (político, para el caso) y por un ciudadano “de a pie” tiene enormes
distancias de alcance, de influencia y de respuesta.
Esto viene a cuento porque
las últimas semanas tres líderes han “coincidido” en la emisión un grueso
concepto que, por lo dicho anteriormente -y ya en un caso se están dando
situaciones lamentables- llaman a enfrentamientos fratricidas en sus
respectivos Estados. Trump, Maduro y Morales Ayma prometieron un “baño de
sangre” (el boliviano no usó esos términos, pero sus traductores, como el
alcalde de Sucre, emplearon frases como “Bolivia puede arder”, o sea convulsión
-palabra que usó el expresidente- violenta, sangrienta) en caso de no acceder
al poder – Morales todavía tiene que sortear la “inhabilitación” que pesa sobre
él-.
La campaña de Trump
reaccionó rápidamente para matizar lo dicho por su candidato -el clásico “fue
malinterpretado”- pero, paradójicamente, el republicano fue la primera víctima
de sus palabras, cuando un desaforado atentó contra su vida en un acto público.
No quiero ni imaginar lo que hubiese sucedido si el sujeto lograba su objetivo.
Eso sí, sacó partido del hecho para distanciarse en las encuestas de su
entonces oponente, Biden -hasta que Khamala Harris se le cruzó en su triunfante
camino-.
Lo de Venezuela lo estamos
viviendo en directo. Maduro prometió un “baño de sangre” si perdía en las
recientes elecciones. Y está cumpliendo… o sea, sabe que perdió.
En cuanto a nuestro propio
fraudulento, éste amenazó con convulsionar al país en caso de que se lo
inhabilitara para las próximas elecciones. Como ya se mencionó, sus serviciales
fueron mucho más allá de una convulsión convencional. Ahora que aparentemente
habrá un referéndum para dilucidar el entuerto, ¿mantendrá la amenaza de
resultar derrotado en el mismo? Conociéndolo, es capaz de eso y de mucho más
con tal de hacerse del poder.
La beligerancia de estos
tres personajes linda con lo demencial. Que los ciudadanos no se hagan eco de
tales provocaciones.
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