En un acto de osadía
política, dos expresiones ideológicas inconciliables unieron fuerzas para
forzar, y aprobarlas, el tratamiento de normas que obligan al Gobierno y al
Poder Judicial a retomar la senda constitucional y, entre otras cosas, a poner
coto la autoprórroga de magistrados que, largamente, han excedido el periodo
que la ley asigna al ejercicio de sus funciones.
No obstante el
amedrentamiento al que fueron sometidas y a intentos de sabotaje -anuncio de
fumigación y corte de la energía eléctrica al interior del recinto
parlamentario- las bancadas de oposición y del ala “evista” del régimen
lograron instalar y llevar a cabo la sesión en cuestión.
Digo “en cuestión” porque
el ala “arcista” –con epicentro en el Ejecutivo- no tardó en calificar a dicho
acto como “ilegal”, bajo el argumento de que quien lo presidió no estaba
facultado para hacer tal cosa. Tal apreciación, como veremos en el siguiente
razonamiento, se cae por su propio peso.
El contexto, para quien lo
hubiese olvidado, es que ante la ausencia por motivo de viaje del Presidente,
los cargos fueron ocupados por quienes los seguían según la línea de jerarquía.
Así pues, Choquehuanca ocupó el lugar de Arce y Rodríguez, el de Choquehuanca.
Esto, con otros nombres, pero la misma figura, ha ocurrido muchísimas veces y,
a estas alturas, como no responde a sus intereses, el arcismo quiere vender la
idea de que tal mecanismo de reemplazo temporal es una mera formalidad, o sea,
que los subrogantes ocupan los lugares de los titulares sólo para calentarles
el asiento durante el tiempo de ausencia de éstos. Vale decir, que en su
calidad e Presidente en ejercicio, Choquehuanca no tendría la facultad de
firmar decretos o resoluciones supremas, o que Rodríguez no tendría la potestad
de presidir la Asamblea. Un sofisma que no aguanta el menor análisis.
Para colmo del absurdo,
Choquehuanca manda a consulta al Tribunal Constitucional, para que se pronuncie
al respecto, una norma que cesa en sus funciones a los miembros de dicho
órgano. El sujeto sabe que esas personas van a objetarla, primero porque afecta
a sus propios -y oscuros- intereses personales y, segundo, porque cuentan con
la bendición del Ejecutivo para prorrogarse, al menos hasta que se realicen las
próximas elecciones generales.
En tan sentido, ya en su
condición de vicepresidente, Choquehuanca ha sugerido que se habría formado una
“troika golpista” compuesta por el ala “evista” del régimen y la oposición
(Comunidad Ciudadana y Creemos). Otro disparate. Veamos por qué…
Si bien los aludidos
–“evistas” y oposición- por el Vice coincidieron en el objetivo, sus
motivaciones son completamente diferentes, por lo que no hay elemento alguno
que los relaciones como “troika” y menos como “golpista” -intención de algún
modo perceptible de parte del evismo (al menos en su versión “acortamiento de
mandato”) pero que no cuenta con las condiciones objetivas para su ejecución-.
Las motivaciones de la
oposición son, si cabe, más auténticas -un reencauzamiento institucional-
mientras que las del ala “evista” son instrumentales: cese de los
autoprorrogados-posesión de tribunos afines-habilitación de Morales para las
elecciones.
Siendo así, hablar de
cierto acuerdo o pacto “golpista” no es más que un ejercicio retórico que puede
impresionar a las huestes arcistas y a algunos incautos, que siempre los hay,
pero que no se sostiene.
Agrego, además, como
subproducto de los reemplazos en cargos, que una vez más se evidenció que la
narrativa del “golpe 2019” no tiene asidero, puesto que la sesión del Senado
fue presidida por la segunda vicepresidente, de la bancada de oposición y nadie
se rasgó las vestiduras.
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