Como era previsible, los MASistrados, por sí y ante sí, se
prorrogaron en sus cargos hasta que sus reemplazantes, surgidos de elecciones,
los ocupen. Como no hay visos de que eso pueda ocurrir próximamente, tal “tiempo
extra” puede extenderse desde meses hasta años.
¿Tendría que sorprendernos? Hasta la pregunta es absurda. En
las entrevistas a las autoridades judiciales en ejercicio, ninguna sentenció,
como correspondía hacerlo, “nuestro mandato fenece el 31 de diciembre; luego de
esa fecha dejamos de ejercer la magistratura”. Al contrario, de manera
implícita, sobre todo el Presidente del Tribunal Supremo de Justicia, denotaban
unas ganas locas de prorrogarse hasta las calendas griegas.
¿Es de entera responsabilidad suya este despropósito? De
ninguna manera; el asunto es
consecuencia última de una serie de barbaridades cometidas a lo largo,
no de recién, sino de lustros de manoseo judicial. Es el acabose de la justicia
“estadoplurinacionalizada”.
Mandar en consulta al TCP la resolución del intríngulis del
Órgano fue entregarle el regalo que éste acepto con deleite. Los tribunos
optaron por la fórmula “ni para ti, ni para ti; para mí” pasándose por alto
prescripciones constitucionales, éticas y de sentido común.
Lo curioso de todo ello es que tales “autoridades” son
ilegítimas de origen, como lo fueron quienes les precedieron. Cabe recordar que,
en los dos procesos electorales de carácter judicial, la suma de votos nulos y
blancos superó ampliamente al de votos “válidos” que, repartidos entre los
“seleccionados”, fueron inferiores, en algunos casos, al número de votos de una
liga barrial de fútbol de salón.
La raíz del problema, como se puede colegir, es el propio
sistema de acceso a la magistratura, o sea las dichosas elecciones judiciales
que, mientras sigan consignadas en la Constitución no queda otra que
realizarlas.
Hay ciertas instituciones, y el Órgano judicial es una de
ellas, en las que las jerarquías se definen por meritocracia o por escalafón;
son verticales por la naturaleza de sus funciones. Cuando se debatía la
pertinencia de incluir la elección popular para los aspirantes a una dignidad
en la magistratura, comenté, con sarcasmo, que era como convocar a elecciones
para la comandancia en la FFAA: un suboficial podría conseguir gran apoyo
“popular” y ser ungido como Comandante. Otro aspecto, que se supone que la
elección quería evitar, pero acabó acentuándolo, es el del patrocinio
partidario a ciertos postulantes.
El argumento que usó el régimen para introducir en la CPE
tal elección fue el de “ampliar la participación” en la justicia. Ocurre que
una vez “elegidos”, los MASistrados actuaron en función del régimen que los
apadrinó y la “participación” concluyó cuando el ciudadano introdujo su voto
(mayoritariamente nulo o blanco, repito).
La mejor experiencia de participación ciudadana en la
administración de justicia fue la de los jueces ciudadanos –lo digo con
convicción porque me tocó en suerte asumir la responsabilidad en una
oportunidad- que el régimen masista borró de un plumazo, con un argumento
pueril.
Lo gracioso es que quienes crearon al monstruo, hoy se
rasgan las vestiduras ante la crisis judicial, tal como lo hacen con la crisis
económica. ¡Fariseos!
El tiempo ha dado la razón a los “abogados independientes”:
la salida a este entuerto era un referéndum para la reforma constitucional, que
no caló en la ciudadanía, amén de la consigna oficialista de no apoyar “a la
derecha”. No se consiguió el número suficiente de firmas y aquí estamos…
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