miércoles, 8 de marzo de 2023

Ahogados en porquería

 


Con telón de fondo de una situación económica cercana a la catástrofe, el Movimiento al Socialismo – Instrumento Político por la Liberación de los Pueblos – Pacto de Unidad – Consejo Nacional por el Cambio – Proceso de Cambio – etcétera - etcétera se desangra en su guerra interna, la cual ha adquirido una tónica escatológica nunca antes observada en casos de desintegración de organizaciones políticas. El nivel de las acciones y la diatriba de cantina que practican los bandos enfrentados ha caído tan bajo, que la recurrente figura de “prender el ventilador” ya no alcanza para describir su tufo a pozo ciego. Aunque ello, para quien no se revuelca en su estiércol, no es necesariamente malo: se han producido denuncias que, de otra manera, nunca hubiesen salido a luz o que, emitidas por algún opositor, hubiesen sido desahuciadas en el acto y, probablemente, el denunciante, perseguido o encarcelado.

Lo curioso es que, por ejemplo, los señalamientos de los desplazados hacia los emergentes –“evistas”/“arcistas”, “radicales”/“renovadores”, como también se hacen llamar- son tan detallados que no hay duda de que fue una práctica soterrada cuando aquellos controlaban los negocios estatales. El mecanismo de “circulación” en la importación de combustibles ya operaba en tiempos en los que los ahora acusan ejercían la tutela del negocio. En realidad, lo que parece estar en disputa es la apropiación de los “excedentes” del mismo, cosa que hubiese permanecido oculta de haberse declarado la guerra intramasista.

Otra muestra de cinismo llevado a extremo es que el creador de los “guerreros digitales” ahora los llame “mercenarios digitales” porque ya no están a su servicio. Esto, a consecuencia de la remoción de las cuentas de la granja azul reconocible tanto por su virulencia como por su pésima ortografía. Se acabó, esperamos, ese juego sucio pagado con recursos públicos.

Pero mientras esos y otros ajustes de cuentas suceden en la estratósfera del régimen, al ras del piso las cosas se salieron de madre hace rato y de los insultos mutuos y las sillas voladoras se ha pasado a las acciones de hecho, con saldos de personas contusas e, inclusive, la pérdida de un bebé en gestación en una jornada de furia y violencia. Las hinchadas de una y otra facción en desenfrenada demostración de sus bajos instintos.

En los albores de la democracia, cuando las puertas del Legislativo estaban abiertas a cualquier ciudadano a sola presentación de cédula de identidad, era característico que durante las sesiones parlamentarias se manifestaran las llamadas “barras colegisladoras” –grupos que seguramente recibían algún tipo de honorario- que vitoreaban o rechiflaban las intervenciones de los representantes según fuera el caso. Me viene a la memoria la imagen de Walter Guevara Arce, luego de varias llamadas de atención a dichas barras, instando a las fuerzas de seguridad del Congreso a retirarlas del recinto. Debo decir que dichos hinchas palidecen ante las groserías con las que se increpan entre sí los masistas. Uno esperaría que luego de dos décadas de medrar del Estado algo de educación hubiesen adquirido. Pero no. Al contrario, parecería que el poder ha exacerbado su tosquedad.

De seguir así, los susodichos acabarán ahogados en porquería; cosa que sería el final que merecen por su olímpico desprecio a la institucionalidad democrática, por su naturaleza violenta, por su manifiesta ignorancia y por su absoluta impostura en nombre de los indígenas, a quienes utilizan en virtud del pigmento cutáneo análogo.

Por mí, que se extingan a causa de pluricoprofagia.


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