¿Puede tener algo de atractivo la descomposición de un
cuerpo al morir? La hinchazón, la putrefacción y los bichos devorando los
órganos descompuestos no forman precisamente una imagen “bonita”. En otro
plano, el artístico, puede ser que un cuadro magistralmente pintado –unos
cadáveres desparramados en un campo de batalla, por ejemplo- adquiera otra
dimensión estética, aunque no dejará de impresionar fuertemente, cosa que,
seguramente, sería la que buscase el autor.
¿Podríamos, sin embargo, extraer algo “positivo” del
proceso de descomposición del régimen? ¿Podríamos destacar algo “lindo” de delicada
situación de la economía, sabiendo, además, que nos afecta a todos –si
únicamente afectara al Gobierno, no sería motivo de tanta preocupación-? Pues
mirando de otros ángulos, probablemente sí. Haremos el intento.
Lo que la disputa interna por el poder nos ha permitido
conocer son las entrañas infectas del régimen que, indistintamente si se trata
de “evistas”, “arcistas” o cualquier otra denominación, son caras de la misma
moneda o el mismo dado.
En su versión más pintoresca, en materia económica, nos ha
traído la novísima metafísica plurinacional en la persona del inefable senador
Ajpi, quien se despachó un ramillete de invaluables gemas.
En aspectos menos risibles, no obstante, la figura se ha
puesto tan sórdida que me trajo a la memoria el, probablemente, primer gran
escándalo de la administración de Morales Ayma; me refiero al negociado en YPFB
durante la gestión de Santos Ramírez, entonces hombre fuerte del MAS, quien, a
la postre, purgó prisión durante varios años. De no haber ocurrido un hecho de
sangre –el homicidio contra el empresario involucrado en esa operación- probablemente
jamás nos hubiéramos enterado de tal acto de corrupción. Sin ánimo de ofender,
sino de ser sarcástico, diría que aquel crimen fue el lado “amable” del asunto
ya que nos permitió conocer los estercoleros de la estatal petrolera.
En tal lógica, es de agradecer que una trifulca en la que
todo vale, haya permitido destapar hechos vergonzosos en los ámbitos de la
economía, de la justicia y administración de las entidades estatales, sumando
aproximadamente una veintena de denuncias de uno y otro lado del régimen de
manera cruzada. Sostuve en mi anterior columna que, de haber sido hechas por
miembros de la oposición, éstos serían objeto de inmisericorde persecución y la
denuncia caería en saco roto por, en el lenguaje del régimen, proceder de “la
derecha”, del “imperio” o de “los pititas”. Ratifico dicha percepción.
En el ámbito de la justicia, a tiempo de descalificar la
propuesta de reforma de los juristas independientes –que además tropieza con el
sabotaje orquestado desde el TSE, a instancias de su presidente- el ministro
del área –a confesión de parte, relevo de prueba- ha certificado lo que todos
sabíamos: que los magistrados, en la etapa de selección, son los impuestos por
el dedazo de Morales Ayma. Lo curioso es que el propio Lima fue uno de los “elegidos”.
Es más, él mismo mandó al diablo a la comisión de notables que, de buena fe,
creyeron, ingenuamente, que el régimen les iba a dar autonomía para cambiar
este putrefacto sistema.
Ya sin homicidio de por medio, otro millonario negociado en
YPFB fue “destapado” –con seguridad, si no se daba la ruptura masista
permanecería convenientemente ignoto- por otro operador de Morales Ayma.
Donde sí hubo otro muerto, aunque el caso que lo involucraba
como testigo protegido, ya estaba en curso, es en el de la ABC. Y, nuevamente,
el lado amable es que nada de esto se sabría si las aguas azules hubiesen
permanecido tranquilas.
Pero, repito, en este cuento, unos y otros, todos miembros
de la mafia masista, son la misma basura.