La Alasita, con toda la tradición que lleva encima, es una
expresión que se adapta a los cambios en los imaginarios sociales que marcan
cada época. En tal sentido, conservando rigurosamente su sello artesanal es
también portadora de innovación en las representaciones de aquellos.
Luego de los ídolos del cachascán, irrumpieron el
Cantinflitas y el Quevedo, luego, el Chapulín, más tarde, la Puka y,
transversalmente, los superhéroes de moda. Lo mismo sucede con las casitas que,
de las más rústicas, al estilo campestre, hoy se aprecian deslumbrantes
“choletcitos”. La renovación en la impresión de billetitos ya es una constante;
nada extraño sería que aparezcan las criptomoneditas. Y así, a través de sus
“novedades” se puede también reconstruir algo de nuestra historia. La Alasita
no es una feria/museo; es una expresión vital y en permanente transformación.
Esta es la segunda edición de la feria en situación de
pandem
ia y por lo visto en los adelantos de la oferta, encontraremos variada
oferta de cositas relacionadas con ella: vacunitas de toda marca,
certificaditos, alcancías en forma de coronavirus, kits con versiones chiquitas
de los medicamentos para prevenir y despachar al virus…
Y entre toda esta alegoría, la aparición del Ekecovid, es
decir un Ekeko cargando solo los elementos ya enumerados recomendándote: “No le
quites el brazo a la jeringuita”, “no te me acerques mucho”, “¿Te lavaste las
manos?” y “solo así nos libraremos de la calamidad y el próximo año nos daremos
grandes apapachos”.
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