miércoles, 12 de enero de 2022

Enemigos íntimos

 

                                                                        Foto: Página Siete


Como una suerte de correlato de los silletazos que en cada reunión del MAS suelen ser los verdaderos protagonistas de las mismas, una sórdida disputa por el poder, el presente y el futuro, se ha desencadenado al interior de las grandes ligas azules.

En épocas arcaicas, cuando Morales Ayma gozaba del poder omnímodo, podía cohesionar a las corporaciones que sustentaban el llamado “instrumento político”. Eran tiempos de abundancia en los que, a cada reclamo de alguna de ella, el individuo respondía con regalos y canonjías con las que lograba garantizar ciertas lealtades: inmuebles, vehículos, frondosas delegaciones al exterior y la consabida parcelación del aparato estatal para recompensarlas por su apoyo. Todo ello, por cierto, a cuenta del erario público.

Mientras la corrupción era minimizada (“¡qué son dos millones de dólares!”), la crítica era castigada despiadadamente: parlamentarios masistas como el Eduardo Maldonado o Rebeca Delgado sufrieron una purga que los eliminó del ámbito público.

Aunque la correlación nominal de fuerzas parlamentarias es más o menos similar a la de entonces y las corporaciones azules ratifican una supuesta unidad en torno al “instrumento”, la situación actual es harto distinta: no es que la oposición parlamentaria carezca de luces; simplemente está atada de pies y manos por su propia (des)composición y por la anulación de los dos tercios como requisito para la aprobación de ciertas normativas.

En tal escenario, la pugna por el control del gobierno y por la candidatura en 2025 –sí señor, la campaña siempre está en la agenda del régimen- hacen que la(s) verdadera(s) oposición(es) al MAS estén al interior del MAS. Puede ocurrir que cuando surja, luego de varias contusiones físicas y políticas, una corriente vencedora, las perdidosas se cuadren, al estilo militar, a ella. Pero puede ser, también, que las heridas sean tan profundas que deriven en tres o cuatro facciones irreconciliables que podrían reacomodarse electoralmente y podríamos ser partícipes de una elección entre éstas. Aunque a partir de los nuevos estatutos del MAS se trata de evitar el desmadre, puede darse un desgaste por agotamiento. Salvando distancias (una cosa es lo local y otra lo nacional), la emergencia, por fuera del MAS de la alcaldesa de El Alto es un dato a tomar en cuenta (en la matriz ideológico-corporativa, Copa sigue siendo masista).

Otra diferencia respecto a otras disputas internas dentro del “instrumento”, es que hoy no hay un ala democrática –en términos de estado de derecho, como la encarnaban los mencionados Maldonado y Delgado-. La trifulca, y eso sería lo común en todas las corrientes intramasistas, es entre autoritarios que quieren imponerse a otros autoritarios: Choquehuanca, cuyo poder es más simbólico que real, pero que tiene predicamento en las corporaciones campesinas, quiere “restituir” un improbable imperio “incaymara” cuya línea del tiempo va en retro. Morales Ayma, dueño de la adinerada corporación cocalera del trópico, insiste en su visión desarrollista a cualquier precio y al culto hacia su personalidad. Arce es el juguete del destino que nunca asumió como suyo el 55% (como máximo lo considera en consignación), pero, al menos formalmente, es Presidente, aunque, en su afán de mostrar alguna fuerza propia ha hecho guiños a algunas corporaciones como las “bartolinas”, pero algún avisado le puso zancadilla al infiltrar a Achacollo en su acto de declaración de amor.

Detrás de cada uno de estos personajes hay individuos ambiciosos que juegan sus propios intereses y que, eventualmente, si llegaran a acumular mayor poder, puedan habilitarse para jugar en la división mayor del “instrumento” generando mayor división en el mismo. El factor generacional podría jugar a su favor.


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