Viñeta: El Día
La huella de una frase o una palabra dichas por alguien con
legitimidad para su uso público suele perseguir a su emisor, para su gloria o
desdicha, por lo que le resta de vida, a veces como un sello seco impreso en su
frente. Al calor de un encendido discurso, a la desconcentración por cansancio,
al error por inexperiencia, al precio de la ignorancia y a otros factores puede
ser atribuida una expresión poco afortunada de la cual no podrá desembarazarse.
El presidente Arce Catacora es muy propenso a cometer deslices
verbales, cuando no actos fallidos, que ya le han costado más de un meme. La
picardía local, tan proclive a poner apodos, ya le había colgado uno a
propósito de declaraciones suyas a propósito de la canasta familiar, dichas en
sus tiempos de ministro.
Como candidato tuvo sus tropiezos, el más célebre fue aquel
en el que asintió a su entrevistador cuando éste le preguntó si en 2019 hubo
fraude. “Por supuesto”, respondió. Está claro que, aunque hubiese cometido
miles de esas faltas, éstas no influyeron en absoluto en la amplia votación que
obtuvo.
Pero cosa muy diferente es cometerlas en función de máxima
autoridad del país. La palabra, en este caso, “hace estado”. No una, sino dos
veces, el Primer Mandatario mencionó “los once años de despilfarro”
coincidiendo con la percepción generalizada de que, efectivamente, mientras él
ejerció el cargo de ministro, el despilfarro fue moneda corriente.
Pero si hay una expresión que va a marcar su gestión, por
lo menos hasta que la pandemia ceda, es la que hace exactamente un mes profirió
a propósito de la misma, condenando a la ciudadanía a aguantar (aguantarse) en
tanto no le llegue su turno de recibir alguna de las vacunas que se anuncian.
Queda, además, en evidencia, el hecho de que no hay un plan mínimamente
pergeñado para el momento, de incierta fecha, en el que haya que vacunar
masivamente. En buena hora, unos 10 000 trabajadores en salud han recibido la
primera dosis, pero de ahí en adelante todo es incierto, aunque como diremos
más adelante, la propaganda, groseramente ligada a las candidaturas
oficialistas, sugiere que estamos a un pelín de superar la calamidad.
¿Por qué es tan cruel la sentencia de Arce Catacora?
Haciendo cuentas, quienes todavía podemos contar esta historia, venimos
aguantando casi un año, pero cosa muy distinta es que el Presidente establezca
el aguante como política de salud pública.
Hace un mes, cuando S.E. tuvo la desafortunada idea del
aguante, puse este comentario en mis espacios en la red:
“En mi humilde criterio,
"aguantar" es una no-acción, sumisión, mostrar pasividad ante algo
(algunos opinan que la mujer debe aguantar la violencia del marido, por
ejemplo). La idea es, más bien, superar el padecimiento y lo que se espera son
acciones, no omisiones”.
¿Qué ha ocurrido en estos 30
día de aguante oficial? Los fallecidos por el virus- sin contar los que fueron
recogidos por el IDIF en las calles- los que no hicieron caso al Presidente, se
cuentan a razón de sesenta por día. Evidentemente, los últimos tres días, el
número de contagios ha disminuido, pero con el aumento de los decesos, el
índice de letalidad se ha elevado.
Aparentemente, para el
Gobierno son solo estadísticas, y el propio Arce Catacora ha rematado la idea
del aguante con la lapidaria (de lápida) frase “no hay que tener miedo a la
estadística” (yo tiemblo cada vez que un prójimo se va).
Otro elemento introducido
por el Gobierno en estas cuatro semanas es el del chantaje. “Quieres vacuna, vota
azul” es el mensaje. Y mientras el Presidente guitarrea, quiero vomitar.
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