Cuando se produjo la gesta ciudadana que desembocó en la
despavorida huida del tirano que gobernó el país hasta hace poco, la cancha del
retorno a la democracia quedó prácticamente rayada de la siguiente manera: la
presidenta transitoria recibió el mandato implícito de garantizar un proceso
electoral transparente que concluyese con la entrega, de parte suya, del gobierno
a su sucesor(a), el o la ciudadano(a) que, en primera o segunda vuelta, se alzara
con el triunfo en las urnas; el señor Morales Ayma y sus cómplices evadidos o
asilados y su partido en capilla en razón del fraude montado para permanecer en
el poder –a la espera de saber si se le permitiría participar del proceso
electoral en curso-; y un grupo de candidatos proveniente de los “sobrevivientes”
de la fraudulenta elección al que se fueron sumando quienes alcanzaron o
recuperaron notoriedad por su reconocida contribución al triunfo de Bolivia
sobre la dictadura. ¡Qué lejos parece aquel momento!
Respecto a lo primero, dos importantes hechos trazaron el
camino: la recomposición del tribunal electoral –y la respectiva convocatoria-
y la prolongación del mandato –ya hecho explícito-.
En cuanto a lo segundo, en una decisión más política –en la
vía de la pacificación- que institucional, se optó por que el MAS participe de
la justa y, además se quede con la mayor tajada de los recursos para campaña
que asigna el TSE –sobre la base de cálculo de los resultados de los comicios
de 2014- ¡Inmerecido premio a los perpetradores de uno de los mayores fraudes
de la historia!
Finalmente, tras algunos episodios accidentados, los
binomios fueron tomando cuerpo. En tales condiciones, la población comenzaba a
alinearse con unos u otros o esperando la confirmación de alguno más. Y
entonces, aparecieron las disonancias.
Apartándose del mandato confiado a su persona en virtud de
la sucesión que llegó hasta su cargo legislativo –lo que se llama “estar en el
lugar correcto el momento preciso”- la Sra. Áñez decidió introducir ruido
ensordecedor en la disputa electoral anunciando su postulación. Sus primeras
comparecencias en calidad de presidenta-candidata han sido poco afortunadas
dadas las atenciones protocolares que se le brindan en las mismas, en desmedro
del resto de los competidores lo que, quiérase o no, marca cierta desigualdad
en los foros en los que coinciden. Si, como se alega, es por la investidura de
la Presidenta, esta justificación no hace más que ratificar que se usa el cargo
para obtener ciertas ventajas. Por otra parte, si lo que debe prevalecer en
estos casos es el puesto sobre la candidatura, no hay que olvidar que entre los
candidatos figuran dos expresidentes y, digo yo, tendrían que ocupar los
flancos de la presidenta-candidata en las testeras que les toque compartir.
A mi juicio, la Sra. Áñez parte de un supuesto erróneo que,
aunque hipotéticamente le permita prorrogarse en el poder, no le dejaría
gobernar con la misma soltura con la que lo hace ahora. El margen de movimiento
que la situación emergente de noviembre le ha dado, no se repetirá ni
mínimamente en un periodo “normal”. Su apuesta compromete seriamente su futuro político
–y el de la democracia, paradójicamente-.
La siguiente estridencia la introdujo el inefable sujeto que
optó por dejar Bolivia y, desde fuera, instruir a sus huestes dejar sin
alimento a las ciudades. Con la
inscripción de su nombre en las listas de su “instrumento”, como gustan
llamarlo sus amarrahuatos, se presenta otro elemento de provocación a la
ciudadanía. Presentadas las observaciones del tribunal y las impugnaciones que
podrán sobrevenir a una habilitación que le facilitaría primero, el acceso al
Senado y, luego, a la Presidencia del mismo, colocándose como segundo en la
línea de sucesión –cosa improbable pero no imposible- espero que tal bulla sea,
finalmente, silenciada.
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