miércoles, 10 de octubre de 2018

Discurso (apócrifo) de Morales Ayma




¡No puedo entender!

Todo estaba listo para la consagración del Evo Morales. A mis varios doctorados, a mi condición de Líder Espiritual de los Pueblos y a mi unción como Enviado de Dios, iba a sumar el título de Señor de los Mares.

Ya me imaginaba descubriendo mi estatua ecuestre, viendo pasar una interminable procesión de fieles conversos a la fe evista, y recibiendo, de manos de Miss Wiphala, la corona de Emperador absoluto de los territorios Andino-amazónicos.

En la preparación para este momento de gloria, hice poner un museo para la adoración de mi portentosa figura, ordené la adquisición de innecesarios aviones, la compra vehículos de fantasía, la construcción de un palacio desde donde pudiera ejercer mi desmedido poder. 

Sólo me faltaba un detalle para completar mi colección de caprichos: un yate a todo lujo para recibir a futbolistas de moda –todo en cumplimiento de mis delicadas funciones-.
Pero vinieron estos jueces de porra y me arruinaron los planes de reinado eterno en estas tierras; a mí, al mismísimo Evo Morales. ¡No puedo entender! Yo pensé que el tribunal de La Haya estaba con el proceso de cambio… ¿No sabían que tengo dos tercios en el Congreso? ¡Qué se han creído esos señores para hacerle esto al Evo Morales! ¡Van a ver que esto no va a quedar así!

Vamos a pedir la nulidad del fallo adverso porque consideramos que la Corte Internacional de Justicia no tomó en cuenta estos factores:

Nadie, sólo el Evo Morales, logró hacer una bandera azul de doscientos kilómetros de largo. No me digan que es poca cosa. Repito, señores de La Haya: doscientos kilómetros. ¿Qué juez puede prescindir de tomar en cuenta semejante hazaña al momento de analizar el caso? Creo que aquí ha habido una mano negra que ha ocultado esa información a sus señorías.

La Corte tampoco consideró los grandiosos “tuitazos” exigiendo mar para Bolivia; el último, a falta de otra ocupación, lo hizo el hermano Defensor del Pueblo, caracterizado como temible bucanero. ¡No hay derecho! ¡Cómo pudieron ignorar tan singular manifestación! Los demandados no hicieron nada de eso y ustedes les dieron toda la razón a ellos.

¿No les dijeron que los funcionarios de la Agencia Nacional de Hidrocarburos les rindieron tributo vistiéndose a su manera –peluca y todo- en muestra de cariño hacia sus personas? Los queríamos tanto y ustedes traicionaron al Evo Morales. Ingratos, insensibles, malagradecidos.

En un último gesto de magnanimidad, concedí amnistía a dos de los cientos de perseguidos por mi régimen que, casualmente, me acompañaron al Palacio de la paz –amnistía que los muy soberbios rechazan-.

Lo peor de todo, lo que no les perdonaré, es que me hicieran quedar en ridículo ante la comunidad internacional y expuesto al escarnio público de quienes me endilgan haber dejado a Bolivia definitivamente en la mediterraneidad.

Perversos. Me fregaron mi proyecto cesarista. Eso no se le hace al Evo Morales. ¡Qué siempre les he hecho! ¡Estoy muy molesto!

Pero para todo hay remedio, hermanas y hermanos. El Evo Morales tiene listos algunos paliativos que, a falta de mar, harán que los movimientos sociales se sientan contentos: volveremos a traer el Dakar -¡qué tal! ¡cómo les quedó el ojo a los vendepatrias!-; traeremos también un Mundial juvenil de fútbol -¡construiremos cuatro estadios más!-; y, para que vean que ningún juez de La Haya le va a fregar al Evo Morales así por así, en este mismo momento estoy decretando el pago del segundo aguinaldo.

Un revolucionario saludo a los hermanos Diego Maradona, Nicolás Maduro y Daniel Ortega. Me voy al jacuzzi de mi palacio.

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