¡No puedo entender!
Todo estaba listo para la consagración del Evo
Morales. A mis varios doctorados, a mi condición de Líder Espiritual de los
Pueblos y a mi unción como Enviado de Dios, iba a sumar el título de Señor de
los Mares.
Ya me imaginaba descubriendo mi estatua
ecuestre, viendo pasar una interminable procesión de fieles conversos a la fe
evista, y recibiendo, de manos de Miss Wiphala, la corona de Emperador absoluto
de los territorios Andino-amazónicos.
En la preparación para este momento de gloria,
hice poner un museo para la adoración de mi portentosa figura, ordené la
adquisición de innecesarios aviones, la compra vehículos de fantasía, la
construcción de un palacio desde donde pudiera ejercer mi desmedido poder.
Sólo
me faltaba un detalle para completar mi colección de caprichos: un yate a todo
lujo para recibir a futbolistas de moda –todo en cumplimiento de mis delicadas
funciones-.
Pero vinieron estos jueces de porra y me
arruinaron los planes de reinado eterno en estas tierras; a mí, al mismísimo
Evo Morales. ¡No puedo entender! Yo pensé que el tribunal de La Haya estaba con
el proceso de cambio… ¿No sabían que tengo dos tercios en el Congreso? ¡Qué se
han creído esos señores para hacerle esto al Evo Morales! ¡Van a ver que esto
no va a quedar así!
Vamos a pedir la nulidad del fallo adverso
porque consideramos que la Corte Internacional de Justicia no tomó en cuenta
estos factores:
Nadie, sólo el Evo Morales, logró hacer una
bandera azul de doscientos kilómetros de largo. No me digan que es poca cosa.
Repito, señores de La Haya: doscientos kilómetros. ¿Qué juez puede prescindir
de tomar en cuenta semejante hazaña al momento de analizar el caso? Creo que
aquí ha habido una mano negra que ha ocultado esa información a sus señorías.
La Corte tampoco consideró los grandiosos
“tuitazos” exigiendo mar para Bolivia; el último, a falta de otra ocupación, lo
hizo el hermano Defensor del Pueblo, caracterizado como temible bucanero. ¡No
hay derecho! ¡Cómo pudieron ignorar tan singular manifestación! Los demandados
no hicieron nada de eso y ustedes les dieron toda la razón a ellos.
¿No les dijeron que los funcionarios de la
Agencia Nacional de Hidrocarburos les rindieron tributo vistiéndose a su manera
–peluca y todo- en muestra de cariño hacia sus personas? Los queríamos tanto y
ustedes traicionaron al Evo Morales. Ingratos, insensibles, malagradecidos.
En un último gesto de magnanimidad, concedí
amnistía a dos de los cientos de perseguidos por mi régimen que, casualmente,
me acompañaron al Palacio de la paz –amnistía que los muy soberbios rechazan-.
Lo peor de todo, lo que no les perdonaré, es
que me hicieran quedar en ridículo ante la comunidad internacional y expuesto
al escarnio público de quienes me endilgan haber dejado a Bolivia
definitivamente en la mediterraneidad.
Perversos. Me fregaron mi proyecto cesarista.
Eso no se le hace al Evo Morales. ¡Qué siempre les he hecho! ¡Estoy muy
molesto!
Pero para todo hay remedio, hermanas y
hermanos. El Evo Morales tiene listos algunos paliativos que, a falta de mar,
harán que los movimientos sociales se sientan contentos: volveremos a traer el
Dakar -¡qué tal! ¡cómo les quedó el ojo a los vendepatrias!-; traeremos también
un Mundial juvenil de fútbol -¡construiremos cuatro estadios más!-; y, para que
vean que ningún juez de La Haya le va a fregar al Evo Morales así por así, en
este mismo momento estoy decretando el pago del segundo aguinaldo.
Un revolucionario saludo a los hermanos Diego
Maradona, Nicolás Maduro y Daniel Ortega. Me voy al jacuzzi de mi palacio.
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