viernes, 16 de marzo de 2018

Ominoso testamento político

La reveladora “confesión” del Presidente acerca de su sumisión a la línea trazada por los déspotas Hugo Chávez Frías y Fidel Castro Ruz desde 2006, sumada al brulote espetado por el Vicepresidente García en sentido de que el régimen no tiene por qué ceñirse a un “apego abstracto” a la norma, resume lo que, por defecto, podríamos llamar antipedagogía de la democracia.

Siendo ellas las dos primeras autoridades del Estado, se esperaría que sus Excelencias fueran quienes orienten a la población, en particular a la de menor edad –niñ@s y jóvenes– por la vía de los valores y los principios democráticos. Sin embargo, hacen todo lo contrario: inducir a desacreditarla e, incluso, a  destruirla.

Me visto de candidez aún sabiendo que eso es precisamente lo que dichos personajes y sus adláteres buscan. Ganas de clausurar la democracia no les faltan, pero mantener ciertas apariencias no se los permite en lo inmediato.

Al escribir las líneas precedentes pensé en el fallecido politólogo Marcelo Varnoux, quien, si retornase a la vida, volvería a sufrir un ataque cardíaco al escuchar los dislates que salen de las bocas de los sujetos mencionados.
“En los regímenes democráticos –anota Varnoux en la introducción de su imprescindible texto Principios y valores de la democracia, que ya va por su sexta edición– el arbitrio del poder queda legalmente fijado y limitado por la ley que, a fin de cuentas, ha sido pactada por todos los que deciden vivir bajo su imperio (nota del columnista: rule of law, en inglés, equivale a imperio de la ley que, a su vez, nos remite al concepto de Estado de derecho).  En los regímenes no democráticos, el poder está librado a la voluntad de los poderosos y, por lo tanto, la posibilidad de que la arbitrariedad se convierta en el denominador común de los pocos que adoptan decisiones en nombre del pueblo, es muy alta”.

Así de sencilla y pedagógica era la manera en la que quien fuera Director de la Asociación Boliviana de Ciencia Política, hacía entender a quien lo quisiera la esencia de la democracia.

La apenas disimulable tirria que le tiene el régimen a la democracia trabaja denodadamente en la socavación de las bases del sistema –residual, a estas alturas– democrático que, en nombre de un relato vengador de injusticias históricas, proclama su ambición de entronizar eternamente en el poder a su caudillo.

En la base de su proyecto de poder indefinido está el haber recogido el testigo de manos de otros caudillos –Chávez Frías y Castro Ruz–, quienes se fueron de este mundo dejando un ominoso –“que  es abominable y merece ser condenado y aborrecido”– testamento político: aquel del uso y abuso del poder en beneficio propio, y del grupo cómplice de sus arbitrariedades.

En este camino de abominación de la democracia, García no ha tenido empacho en instar a escolares a empuñar armas para dizque evitar que “la derecha vuelva al Gobierno”. Si así lo recomienda el propio ideólogo del régimen, ¿será que la familia García-Fernández está entrenando a su descendencia en la violencia política?

Retomar la responsabilidad de impartir una pedagogía de la democracia está en manos de la ciudadanía consciente y comprometida con los valores, y principios democráticos. La ciudadanía que tuvo la valentía de salir a las calles el pasado 21F para exigir respeto a su voto, mismo que fue claro al indicar que la dupla Morales/García no puede postularse, en ese orden, para la siguiente elección, como está prescrito en la Constitución que el propio régimen ideó y que ya fue violada para habilitarlos para el período en curso.



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