Luego de virtualmente dos intensas semanas de agua salada hasta en el refresco de mocochinche, la marea vuelve paulatinamente a su nivel habitual.
Con todo, queda la sensación de que los alegatos
presentados por los juristas que representan el interés de Bolivia en su
demanda ante la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya, Holanda, fueron
contundentes. Con una ayudita, hay que decirlo, del equipo rival que no supo
leer el partido y hasta marcó un autogol.
Digo “con todo” porque, en el afán de cubrirlo todo de
azul “masino”, el régimen no reparó en llevar su pintoresquismo a extremos groseros
–el régimen sabe de sobra que estas ramplonerías no tienen ninguna incidencia
en las decisiones de la CIJ-. Lo que se pretendió fue borrar, aprovechándose
del profundo sentimiento reivindicacionista de los bolivianos, generar una
marea lo suficientemente alta como para borrar de la historia otro sentimiento
igual de profundo: el de su convicción democrática, certificado con el voto del
21F en sentido de cerrarle el paso a cualquier intento de perpetuación en el
poder.
Si el régimen pensó que generando una inmensa ola de triunfalismo
asociada al caudillo iba a matar por ahogamiento a la esperanza democrática, se
equivocó de medio a medio.
Con propiedad, se puede decir que el régimen apostó
su vida a dicho efecto sin mayor resultado. Advertido de este fracaso, tenemos
a un Morales impaciente ante los plazos abiertos para la emisión del fallo en
La Haya, pidiendo a la contraparte no esperar tal sentencia y comenzar
negociaciones ya mismo. El señor García le ha hecho eco y ha hablado de una
salida por encima de Arica (imaginamos un colosal puente).
Está claro que resulta insostenible tener al país “martirizado”
indefinidamente. Mientras más se diluye el discurso de “ya tenemos el mar en el
bolsillo” (Charaña style) más vuelve
a emerger el 21F con toda su fuerza ciudadana.
Para colmo de males azules, la “Ley de Marfy” se ha
cruzado en el camino del régimen. Simultáneamente a su astuto manejo del
sentimiento reivindicacionista para fines políticos perpetuistas, a
relativamente poca distancia de La Haya, en Venecia, Italia, la Comisión del
Consejo de Europa que lleva los asuntos de la democracia ha dejado establecido,
a consulta de la OEA, que la reelección – y con mayor razón en su versión indefinida,
digo- no es un derecho humano.
Como el fallo del TCP se basa en lo contrario, es decir
en el supuesto de que la reelección con carácter indefinido es un derecho
humano, dicho fallo queda sin sustento alguno y debe quedar sin efecto ipso facto. La reacción del régimen o
podía ser más atrabiliaria: mientras un diputado espetaba que este Estado tiene
“sus propios derechos humanos”, el ministro de Justicia criticaba la
competencia de la Comisión de Venecia, olvidándose que él mismo había acudido a
ella para ciertas consultas. Dicho en otros términos, la Declaración de Venecia
desbarata el argumento central que el régimen utiliza para desconocer la Constitución
y el resultado del referendo del 21 de febrero de 2016, ergo el Sr. Morales
debe irse a su chaco, con su quinceañera, a poner su restaurante, tal como él
mismo lo anunció, el 22 de enero de 2020.
Y, por si faltaran elementos de análisis, Chile ha dejado
deslizar que ante la eventualidad de negociar una salida al Pacífico para
Bolivia, estaría dispuesto a hacerlo pero no con el señor Morales Ayma como
Presidente.
He aquí una prueba de amor a Bolivia (y no al poder) para
él: si lo que realmente le interesa es el retorno del país al océano debe dejar
a su sucesor el desarrollo de la próxima etapa en esta materia.
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