Tenía toda la intención de dedicar esta columna al hecho
más importante ocurrido el mes que termina, un hecho cuya influencia la
intuimos superlativa, pero que aún estamos a cierta distancia de corroborarlo.
Ni siquiera quisiera aún calificarlo como “histórico” como lo han hecho gran
parte de los medios y los analista –considero que para dar ese calificativo a
un evento debe haber transcurrido algún tiempo a partir de su verificativo-
pero que contiene suficientes elementos como para merecerlo en el mediano
plazo. Me refiero a lo acontecido en Cuba, con las visitas de Obama y los
Rolling Stones a Cuba. Mal hacen los maximalistas del exilio cubano en
proclamar que tal acontecimiento no sirvió para maldita la cosa porque “nada
cambió” con eso; peor hace el exdictador Castro en negar la realidad que tiene
ante sus ojos y que su tozudez le impide ver. ¿Cree usted que los alrededor de
un millón de cubanos que presenció el concierto de la banda inglesa van a
esperar otros 50 años para que ocurra algo similar en la isla? No. El mundo
libre ya ha llegado a la tierra de Lezama Lima, y lo ha hecho para quedarse.
De verdad que quisiera extenderme en este asunto, pero
para ello tendría que abstraerme absolutamente de las miserias provenientes del
régimen local, cosa enteramente imposible, como usted mismo convendrá. Volvamos
a lo nuestro, entonces.
En la anterior entrega había mencionado cómo es que el
régimen, perdido por perdido, sacó a su comodín –Morales Ayma- para intentar
revertir la tendencia negativa a su rereelección presente desde el momento de
la convocatoria al referendo con el que buscaba la modificación del artículo
168 de la CPE para tal efecto. El régimen ha quemado a su mayor “joker”, pero
le restan todavía algunos de menor valor para afrontar situaciones embarazosas
como la del caso Zapata-Estado-CAMC.
Si consideramos al tema marítimo como el comodín político
por excelencia, siempre listo a ser sacado de la manga por el gobierno
–cualquiera sea éste- para generar un sentimiento de unidad nacional cuando el
momento lo requiera, éste tampoco pudo generarle gran rédito –pilar de la
campaña masista en el referéndum constitucional-; podríamos considerar a las
aguas del Silala como un comodín auxiliar, bien guardado desde 2009, para que
ante la tormenta perfecta que se le vino encima al régimen, sacarlo a relucir.
Debo dejar constancia que estoy de acuerdo con reclamar a
Chile por el uso no remunerado que hace de estas aguas pero que, sin embargo,
me parece un despropósito anuncia que se lo hará recurriendo a la Corte de La
Haya lo que, en mi criterio, sería una doble distracción: ya se lo utiliza para
distraer a la opinión pública a objeto de desviar su atención de escándalo de
faldas y tráfico de influencias que envuelve al régimen y, además distraería,
en el tribunal internacional, el asunto central por el cual ya se interpuso una
demanda. ¿Qué tal si La Haya acabará dándonos la razón en el asunto del Silala
y negándonosla en el marítimo? ¡Lindo premio consuelo, ¿no ve?!
La mala noticia para el régimen es que, a pesar de su
astucia de viejo tahúr, sus jugadas ya no parecen alcanzarle para quitarse la
porquería que está a punto de asfixiarle.
Cuando parecía que por fin el régimen conseguía zafarse
del rollo inmundo en que se encuentra, la expareja de Evo Morales muestra sus
cartas (no es una metáfora) y la rosca gubernamental se hunde unos centímetros
más en el retrete. “¡Calzón sucio, calzón sucio!”, sentencian los espectadores.
Y el Diablo, que no sabe para quién trabaja, ensaya un
discreto “Adiós, mi rey”.