Entre los episodios más pintorescos que se
dieron cuando el discurso etnopopulista adquirió rasgos esnobistas, fue aquel
en el que una indeterminada cantidad de conciudadanos comenzó a exhibir la
pollera o la abarca que engalanaba su árbol genealógico –cosa absolutamente
normal tratándose, la nuestra, de una república de matriz mestiza; cabe hacer
notar que, en otros tiempos, una parte de la población solía mantener
“convenientemente escondida” su parte de procedencia local-.
Hasta ahí, todo bien, se diría. Pero así como
otrora llegó a darse el caso de que compatriotas renegaban de sus apellidos
fonéticamente autóctonos y procedían a “europeizarlos” para poder desenvolverse
en una sociedad prejuiciosa, hasta hace poco ocurría el fenómeno contrario, o
sea que además de “redescubrir sus raíces” muchos bolivianos comenzaron a
(re)negar su cuota de origen occidental –dizque para estar a tono con el
llamado “proceso de cambio”-.
Uno de los más visibles objetos de la repulsa
de los “descolonizadores”, promovida por un régimen que no ahorró improperios
para referirse a ella, fue la Iglesia, que soportó estoicamente la andanada de
patrañas que le dedicaron.
Ahora estamos viendo, fascinados, cómo los
mismos que cambiaron la señal de la cruz por un símbolo puñetero, están
buscando entre sus cajones la estampita de su Primera Comunión, el rosario de
su madre o el relicario de su abuela. Soy partidario del Estado laico, pero
también de la libertad de conciencia y asumo que la profesión de fe no debe
estar supeditada a una moda política –ya en proceso de decadencia, por lo
demás-. La razón de esta (re)conversión del régimen al catolicismo es la
venidera visita del papa Francisco a nuestro país. Si es sincera, saludo esta
especie de milagro. ¡Hay que ver cómo nuestras autoridades se deshacen en
loores a Su Santidad!
¿Por qué no dan una señal concreta de su
arrepentimiento y, por ejemplo, se confiesan sobre todo el daño inferido a los
bolivianos durante todos estos años?
Una de las víctimas del terrorismo del
régimen fue José María Bakovic quien, poco antes de morir, se dirigió, vía
carta, a Francisco. Cierro con un fragmento de la misma: “Cuando estés en Bolivia el 2014, como se
anuncia, podré relatarte con más detalle esta forma de control político a través
del sistema judicial. Los políticos perseguidos acudirán a ti como grupo, yo lo
hago individualmente…”