Estimado(a) lector(a): Es probable que la
marraqueta con la que usted acompañó su desayuno haya sido hecha con harina
“made in USA”, que la papa que le espera en el almuerzo sea de origen peruano,
o que las uvas del postre hayan venido desde Chile.
Ciertamente, a la hora de ingerir, uno no se
pone a analizar de qué lugar provienen los distintos alimentos que llevamos a
la boca; lo que importa es que, de cualquier manera, hubieran llegado a la
mesa.
Y la verdad es que, por el momento, comida no
va a faltar. Los altos ingresos que el extractivismo reporta al país hacen
posible que se importe lo necesario para no pasar hambre.
¡A quién le importa
que, tarde o temprano, los precios de las materias primas se desplomen y el
país se encuentre con que donde ayer había fruta, por ejemplo, la coca la había
desplazado para alimentar al narcotráfico! ¿Ingresaremos a una dieta de coca?
dicen que es nutritiva. Otras opciones: comer satélite, comer Dakar.
Veamos algunos datos. Según el IBCE, la
importación de frutas creció de 4 millones de dólares en 2003 a 19 millones
hasta noviembre de 2013; esto quiere decir que, en 10 años –de los cuales ocho
son del actual régimen- el monto creció en casi 5 veces más, y el volumen – de
20 mil a 42 mil toneladas- se duplicó.
En otro caso, el del arroz, tenemos que
Bolivia lo importó en 2013 quince veces más que en 2012 -saque usted la
conclusión en caso de que la tendencia se mantenga-. En 2012, entre enero y
noviembre, se importó 1.6 millones de dólares de arroz, mientras que en el
mismo periodo de 2013, se importó 16.7 millones, siempre de acuerdo al IBCE.
Los factores para ello son varios. Ya anoté, a
manera de hipótesis, el del crecimiento de la coca que depreda los campos
frutales y otros, también se suma que algunos alimentos importados llegan al
consumidor a menor precio que los de producción local, y también influyen los
desastres naturales. Pero la cosa va más allá, he leído que, tal como van las
cosas, en un futuro cercano, ¡Bolivia estaría importando quinua!.
Todo ello, en medio de pomposos discursos
oficiales sobre la “soberanía alimentaria” con los que el propio Presidente se
llena la boca. De momento, son pocos los alimentos no importados los que llenan
el estómago de los bolivianos. Pero, ¡A quién le importa, ¿no…?! ¿Acaso no nos
sobra plata?
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