jueves, 4 de julio de 2013

Di-censo


¿Qué más se puede decir sobre el fiasco del Censo de 2012 que no se haya dicho hasta ahora? De repente no mucho más, pero el reciente anuncio de postergación de la entrega de sus resultados permite ratificarlo y, de paso, agregar unos apuntes en el mismo sentido.

Se promete que, finalmente, los resultados de dicho esperpento serán entregados el 31 de julio. Si así sucediera, habrán transcurrido oficialmente 8 meses y 10 días (250 días) desde aquel miércoles 21 de noviembre del año pasado, la jornada censal. Digo “oficialmente” porque en realidad habrá transcurrido un año, ocho meses y diez días (615 días).

No olvide usted que el censo debía realizarse el año 2011, pero el régimen lo pospuso para el siguiente. Vale decir que dispuso de un año extra que bien pudo haberse aprovechado para prepararlo con excelencia. Si así hubiera ocurrido, a nadie le hubiese importado tal retraso. Tampoco hubiera sido motivo de crítica, supongo, si por lo menos cumplía con los requisitos mínimos como para ser  considerado como un trabajo serio.

Vine escribiendo sobre este asunto desde abril de 2010 cuando, con algo de ingenuidad tal vez, hacía sugerencias para que el empadronamiento se realizara y concluyese sin sombra de sospecha. Los hechos posteriores echaron por tierra toda esperanza de que el censo tuviera una pizca de credibilidad.

Me pregunto, y sólo me respondo con conjeturas ¿Por qué un censo de hace veinte años, con una tecnología “del siglo pasado” –con fax, telegrama y calculadora aún en uso- no tuvo los “problemas técnicos” que aduce el INE para postergar la entrega de los resultados de un censo siglo XXI? Los resultados del censo de 1992 fueron publicados en la prensa quince días después de su verificativo; con toda las posibilidades tecnológicas actuales, esto mismo no debió haber tomado más de diez.

¿Qué pasa en el ministerio de Planificación y en el INE? Afortunadamente uno tiene amigos –“espías”, “infiltrados”, los llamaría el régimen- y éstos me confían que el ambiente es de una crispación descomunal. Tengo la impresión de que este nuevo plazo que se han puesto los “censores” es para salvar el cuello, para justificar lo Caro (así, con mayúscula) del experimento.


Entretanto, la más reciente investigación del LAPOP (Proyecto de Opinión Pública en América Latina), muestra que el 75% de la población boliviana se autoidentifica como "mestiza".  Para tranquilidad de los lectores, es la última vez que escribo sobre el tema.

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