¿Qué más se puede decir sobre el fiasco del Censo de 2012
que no se haya dicho hasta ahora? De repente no mucho más, pero el reciente
anuncio de postergación de la entrega de sus resultados permite ratificarlo y,
de paso, agregar unos apuntes en el mismo sentido.
Se promete que, finalmente, los resultados de dicho
esperpento serán entregados el 31 de julio. Si así sucediera, habrán
transcurrido oficialmente 8 meses y 10 días (250 días) desde aquel miércoles 21
de noviembre del año pasado, la jornada censal. Digo “oficialmente” porque en
realidad habrá transcurrido un año, ocho meses y diez días (615 días).
No olvide usted que el censo debía realizarse el año 2011,
pero el régimen lo pospuso para el siguiente. Vale decir que dispuso de un año
extra que bien pudo haberse aprovechado para prepararlo con excelencia. Si así
hubiera ocurrido, a nadie le hubiese importado tal retraso. Tampoco hubiera
sido motivo de crítica, supongo, si por lo menos cumplía con los requisitos
mínimos como para ser considerado como
un trabajo serio.
Vine escribiendo sobre este asunto desde abril de 2010
cuando, con algo de ingenuidad tal vez, hacía sugerencias para que el
empadronamiento se realizara y concluyese sin sombra de sospecha. Los hechos
posteriores echaron por tierra toda esperanza de que el censo tuviera una pizca
de credibilidad.
Me pregunto, y sólo me respondo con conjeturas ¿Por qué un
censo de hace veinte años, con una tecnología “del siglo pasado” –con fax,
telegrama y calculadora aún en uso- no tuvo los “problemas técnicos” que aduce
el INE para postergar la entrega de los resultados de un censo siglo XXI? Los
resultados del censo de 1992 fueron publicados en la prensa quince días después
de su verificativo; con toda las posibilidades tecnológicas actuales, esto
mismo no debió haber tomado más de diez.
¿Qué pasa en el ministerio de Planificación y en el INE?
Afortunadamente uno tiene amigos –“espías”, “infiltrados”, los llamaría el
régimen- y éstos me confían que el ambiente es de una crispación descomunal.
Tengo la impresión de que este nuevo plazo que se han puesto los “censores” es
para salvar el cuello, para justificar lo Caro (así, con mayúscula) del
experimento.
Entretanto, la más reciente
investigación del LAPOP (Proyecto de Opinión Pública en América Latina),
muestra que el 75% de la población boliviana se autoidentifica como
"mestiza". Para tranquilidad
de los lectores, es la última vez que escribo sobre el tema.
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