Un intercambio de ideas feisbuquero sobre el presunto sobreprecio en el contrato para la construcción del teleférico (de $us 38 millones, según la empresa italiana Leiter) acabó abruptamente cuando la persona que defendía a capa y espada al régimen sentenció que este servidor andaba buscando “el pelo en la sopa” para criticarlo.
Tal expresión, que es una de las muchas a las que recurren quienes han perdido todo argumento para sostener un debate, me dio, sin embargo, una pauta de cómo dimensionan el mundo (“su” mundo) quienes, por un motivo u otro, justifican las tropelías que acometen a diario los circunstanciales detentadores del poder, Morales y compañía.
Si, en la escala de los masistas, 38 millones de dólares –independientemente de que se trate o no de una jugosa comisión; aunque la cifra coincide con el aproximadamente 15% que se “estila” en los negociados (y que, eventualmente, origina una nueva elite económica)- son “un pelo en la sopa”, está claro que su proyecto de poder –que no es otro que permanecer en él a como dé lugar- no contempla la menor posibilidad de ruborizarse siquiera ante la peluca que Bolivia tiene que tragarse por su culpa. Uno esperaría que, al menos, se pusieran coloraos…
Comoquiera que hay sopa para un tiempito más, digo yo, escurramos de la misma un par de pilosidades de reciente data perceptibles a simple vista.
Aunque los titulares del Ejecutivo ya se encuentran en el país y todo lo considerado sobre el cuestionado interinato de la señora Montaño –incluida la acusación de “sediciosos” contra quienes pusieron en evidencia la inconstitucionalidad del mismo y la imposibilidad de recurrir a un Tribunal Constitucional tutelado por el MAS- ya es “anécdota plurinacional”, no está demás insistir en que si la sucesión es automática, el MAS no tendría por qué haber hecho diferencia entre “ausencia definitiva” y “ausencia temporal”.
Por el lado de la economía, los pelos están a flote con el retorno –precios internacionales atractivos mediante- al extractivismo más secante con el plus del conflicto por un “quítame esos pelos”. El IBCE ya ha hecho una advertencia para que el régimen revierta el proceso de reprimarización de la economía: “Hay que apostar más bien por las exportaciones no tradicionales, al estar obligadas a ser competitivas en el mercado externo”.
El panorama no está “de pelos”.