viernes, 16 de septiembre de 2011

De manual...


Mientras las figuras ministeriales llevaban las consabidas consignas hiperdesarrollistas a las distintas estaciones de la marcha indígena por la preservación del TCO, área protegida y Parque Nacional TIPNIS –quien escribe tenía cifradas esperanzas en que el ministro de Relaciones Exteriores, David Choquehuanca, llevara un soplo de aire fresco, pero resultó ser más de lo mismo. Otro, no menor, detalle, ¿hay ministro/a de Medioambiente?- otros operadores menos visibles hacían el trabajo sucio, o sea, dividir a los colectivos del lugar para que, una vez conseguido esto, hiciera su aparición el Iluminado, quien justamente hoy reiterará a los esquiroles la inminencia del paso de la carretera por el centro de la biodiversa reserva.

Vale decir que, sin ruborizarse -y no es la primera ni será la última vez- el régimen aplica, a pie juntillas, el consabido manual de la política criolla para perforar organizaciones y salirse con su gusto en la materia que fuera. No me escandalizaría en absoluto de algo así, si no fuera de conocimiento público el hecho de que fueron estos pendejos (en sus dos acepciones) quienes se llenaban la boca lanzando diatribas en contra de la “política tradicional”.

El régimen que se autopropagandiza como “el que gobierna escuchando (u obedeciendo) al pueblo” es el que aduce “decisión tomada” a la depredación inmisericorde del sitio. Con tal lógica (la de la “decisión tomada”) Jaime Paz le hubiera metido nomás a la explotación de los recursos evaporíticos del salar de Uyuni por parte de la Lithco, pero optó por “escuchar al pueblo” y desestimar el probable contrato; con una ligera diferencia: en el salar no jugaba, ni de lejos, un impacto ambiental como el que a mediano y largo plazo se va a verificar en la zona del parque. Es más, si la Lithco entraba a operar, ahora sería una empresa estatal aprovechando la tecnología dejada por la privada y por lo menos hubiera habido 20 años de regalías para la región. Pero Jaime Paz prefirió evitar el conflicto, lo mismo que dejar que la marcha del ’90, llegara a La Paz sin mayores excesos. ¡Qué mal político este tío!

Tengo la impresión de que, pasada la efervescencia “revolucionaria”, este régimen quedará en la historia como una triste, aunque pintoresca, anécdota.

1 comentario:

Claudio dijo...

Como bien dices... pendejos.