Como han pasado más de dos décadas del hecho, me tomo la libertad de rememorarlo sin otra pretensión que la de compartir una anécdota, como si se la contara a mi hijo o a mis (futuros) nietos. Me cuidé de no hacerlo hasta ahora para no caer en la torpeza –deshonestidad- de utilizar la figura de una personalidad epónima –y he departido con muchísimas- para fines de autopromoción en cualquiera de mis actividades. Estamos lo suficientemente creciditos; por lo que espero que a nadie se le ocurra ver en este post un afán de ese tipo.
El sábado 18 de junio de 1988, luego de inspeccionar, junto a técnicos y agentes, las instalaciones del teatro al aire libre de La Paz, así como los sistemas de audio –bastante precarios comparados con lo que se tiene a disposición en la actualidad, debo decir- para el concierto de Charly García, quien llegaba por primera vez a la ciudad, iniciando la era de los conciertos de este tipo en Bolivia (soy, en alguna medida, un precursor en esta materia, la misma que ya es toda una profesión para quienes se dedican a ello en la actualidad), nos dirigimos al hotel donde la banda y el propio García esperaban para la fiesta que les habíamos prometido.
A eso de las 21:30, partimos hacia el boliche de moda por entonces, el “Caras y Caretas”, cuyos administradores, conocedores de que la troupe iba a recalar por ahí, montó un pequeño escenario provisto de lo necesario para hacer algo de ruido: amplificadores, guitarra, bajo, batería… No habíamos hecho una solicitud de exclusividad, ni habíamos cursado invitaciones… debía ser una sorpresa… ¡Y vaya que lo fue!, no solo para quienes se encontraban en el local, sino para mí mismo, como veremos luego.
El rumor cundió por las cercanías… y la gente abarrotó el “Caras…”, al extremo de ya no permitir el ingreso de más curiosos. Muchos quedaron afuera.
Luego de algunos tragos, parte de la banda tomó “espontáneamente” el escenario, Charly en guitarra, Fernando Lupano en bajo, Fernando Samalea en batería, Fabián Quintiero en un elemental tecladito y mi buena amiga Hilda Lizarazu en la voz. Los afortunados presentes no lo podían creer: estaban presenciando un show sorpresa del mismísimo Charly García…. De pronto –un miembro de la banda, probablemente Lupano, con quien mejores migas hice, le habría dicho de mi afición por los Rolling- y el hombre, haciendo una llamada con el dedo dirigida a mi persona, dijo por el micrófono: “¡Vení!”.
“¿Yo, maestro?”, probablemente fue lo que pensé ese instante, pero estaba claro que era a mí a quien se refería. Ocupé un lugar en el escenario, García me cedió el micrófono y el grupo, con Charly a la guitarra, comenzó a tocar “Jumpin’ Jack Flash” y un servidor a cantarla alternando con el mero mero. Seguimos con “Brown Sugar” y acabamos coreando “Raros peinados nuevos” (oh oh oh oh óoooh). ¡Full joda, muchachos!
La mejor prueba de que lo que acabo de contar estaba absolutamente fuera de cálculo es que no tengo –salvo la que se ve arriba, en la que mi antebrazo le cubre el rostro- fotos de aquel momento. Pero su intensidad permanece.
1 comentario:
Estaré atento a las sorpresas del 2012 y te felicito por tu programa. Cuando te veo en la calle te saludo y tú, anuque no me conoces en persona, me saludas gentilmente. NO CAMBIES, querido Puka.
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