“Jaime Paz hizo un gobierno serio y responsable. Yo creo que hizo un gobierno responsable; no me atrevería a calificarlo si muy bueno, pero lo hizo responsable. Y fue un tiempo de paz social, lo manejó muy bien, es un político muy experto”. (Eduardo Pérez Iribarne en radio “Fides”, durante la emisión del 30 de julio de 2003).
“Hay coincidencia en afirmar que el de Paz Zamora fue un gobierno bueno, constructivo, sin traumas, ni presos, ni perseguidos. Pero tuvo mala prensa por algunos estamentos de poder donde hubo corrupción” (Ricardo Sanjinés, en su crónica sobre 25 años de democracia).
Al calor de la lucha política, son demasiados los elementos que introducen “ruido” en la realidad como para juzgar a sus protagonistas sincrónicamente. Es el paso del tiempo el que se encarga de separar el trigo de la paja, ya morigeradas las pasiones.
Hace exactamente 20 años Jaime Paz Zamora asumía la Presidencia Constitucional de la República. Lo hacía con malos auspicios: unas elecciones manipuladas, el haber obtenido tan solo el tercer lugar en ellas, un anuncio de “corrida de dólares” y, lo más grave para la todavía fresca memoria sobre las dictaduras, el haber cruzado el “río de sangre” que separaba a la izquierda democrática del banzerismo. Peor inicio no podía haber. Para completar el cuadro, meses más tarde caía el Muro de Berlín y toda una concepción del mundo se venía abajo; como consecuencia de ello, el grueso de los recursos de la cooperación internacional se dirigía a apoyar a las democracias emergentes en el Este de Europa.
Lo que no se suele recordar es que el artículo 90 de la Constitución Política de entonces permitía a los tres primeros optar –en la instancia congresal- a la primera magistratura. Que, una vez en su ejercicio, el Gobierno impulsó la Reforma Electoral que otorgaba autonomía a la Corte. Que, a poco de su gestión, retornaba la confianza en el sistema financiero. Y que hoy puede verse al acuerdo aquel como un gesto de reconciliación entre bolivianos; algo que vuelve a ser deseable por estos días.
En un anterior artículo, me he referido en particular a los acuerdos “Mcal. Andrés de Santa Cruz” del 9 de julio de 1992, la histórica reforma político-institucional. Sólo ese hecho serviría para sellar el paso de ese gobierno, pero hubo mucho más: se desarrolló una gestión sólida y responsable, que gozó de la confianza de la ciudadanía, se dio tratamiento oportuno y eficaz a las demandas sociales, se amplió, como en ningún otro gobierno anterior y sin estridencias, la atención del Estado a los pueblos indígenas, se hicieron extraordinarios avances para convertir a Bolivia en eje de la comunicación biocéanica y centro de la integración energética del continente, se propuso con éxito iniciativas históricas en las Cumbres de Cartagena y San Antonio en las cuales se origina la política de desarrollo alternativo, se planteó en la Iª Cumbre Iberoamericana de Guadalajara, la creación del Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, y consiguió crearla e implementarla a partir de la IIª Cumbre Iberoamericana de Madrid, se desbloqueó la construcción de la Hidrovía Paraná-Paraguay, para abrir las puertas del Atlántico a las exportaciones del Oriente del país, se vivió un clima de estabilidad y paz social y se alcanzó, en determinado momento, un crecimiento económico superior al 5%, extraordinario para los estándares de la época y en condiciones de precios de materias primas no del todo propicias.
Un acápite aparte merece la política energética desarrollada en este periodo. Cito nuevamente a Sanjinés: “La Ley (1991) mantenía la soberanía nacional y la plena propiedad del Estado sobre el gas y el petróleo, y establecía contratos de asociación 50-50 por ciento; se firmaron 17 contratos con empresas transnacionales”. Con este nuevo marco legal propicio para la atracción de inversores y con las reservas cuantificadas, en noviembre de 1991, Petrobras y representantes de la industria brasileña visitaron La Paz para definir la exportación de gas natural de Bolivia a Brasil –ya en el acuerdo se otorgaba a Petrobras la concesión para la exploración y explotación de los campos de San Alberto y San Antonio, de acuerdo, por supuesto a los términos de la Ley-.
Para concluir esta breve revista de aquel tiempo, quiero hacerlo con algo de ironía. Es bien sabido que Paz Zamora acuñó aquello de “diplomacia directa” para aludir a su presencia en diversos escenarios externos, en la visión de abrir Bolivia hacia el mundo, lo que le valió la interpelación de los opositores que cuestionaban el “exorbitante” número de sus viajes, lo que le ganó el título de “Presidente viajero”. Curiosamente, varios de sus sucesores, absoluta o proporcionalmente a sus periodos, superaron ampliamente su marca de periplos internacionales, incluido el actual, que parece que se la pasara más fuera que dentro del país. Al respecto, me parece que desde que uno sus viajes a España tuvo el rango de “Visita de Estado” (con embanderamiento de la capital), no se ha vuelto a dar esta figura.
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1 comentario:
Es evidente que ningún Gobierno se salva de criticas adversas. El Gobierno de Siles Salinas fue bueno
y si Franz Tamayo no hubiese sido victima de fraudes como los que ahora comete el actual Gobierno hubiese sido el mejor presidente, así con luces y sombras como el de SUCRE y el del primer presidente de origen indigena Mcla. Andres de Santa CRuz.
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