viernes, 19 de junio de 2009

¡ARRECHOS ESTAMOS TODOS!






Hace más menos 15 años tenía una novia venezolana a quien invité a venir a Bolivia para que conociera a mis padres. Durante su permanencia en La paz, trató de conectarse con una imaginable colonia de sus compatriotas residentes en ésta. El resultado fue magro pues, amén del personal diplomático acreditado ante nuestro país, los venezolanos avecindados en la sede de gobierno no sumaban más de una veintena que se reunía para su aniversario patrio, “arepada” mediante. Colonia, lo que sedice colonia, no existía.



Hace más o menos 35 años, Venezuela –junto con México- era el paraíso democrático que recibía con brazos generosos a los exiliados bolivianos que la dictadura mandaba a otros países también sometidos a regímenes de fuerza. Del Paraguay de Strossner, como le tocó en suerte a mi viejo por ejemplo, uno llegaba a caracas previa estancia en una cárcel militar de Sao Paulo. Una vez en la capital venezolana, el asilado boliviano podía considerar la posibilidad de llevar a su familia o aguantar hasta que la situación política en su patria permitiera el retorno.



En esas andaba el hombre cuando la presión de la opinión pública posibilitó la declaratoria de amnistía para un grupo de exiliados. En aquellas andaba yo cuando se cruzó en mi camino quien luego se convertiría en mi esposa. Total, que ni la familia se tuvo que trasladar al exterior, ni yo acabé casado con una caraqueña. Hay círculos que no se cierran.



Hoy la figura es algo distinta. Hasta hace cuatro años era más probable cruzarse con dos afganos en el centro de la ciudad que hacerlo con dos venezolanos, que fue lo que me sucedió hace poco: dos en una distancia de media cuadra entre uno y otro –aunque las probabilidades aumentan en el supermercado, en el café, en el estadio o en el aeropuerto-. Bolivia se está poniendo muy atractiva para algunos.



Ambos hablaban por celular. El primero vociferaba “me voy a poner jodido”, lo que me lleva a suponer que ya lleva buen tiempo aquí y que hablaba con un(a) boliviano(a) porque de otra manera hubiera empleado “arrecho” en lugar de “jodido”. El segundo bramaba “a mí no me denigra nadie”.



Mi imaginación comenzó a cumplir su función: ¿con quién hablaba cada uno? ¿con algún ministro? ¿con algún viceministro? ¿con algún comandante? ¿con algún parlamentario? ¿con el Vice? ¿con el mismísimo Moralitos? ¿en qué le habrían desobedecido al primero para que éste comience a ponerse bravo? ¿qué le habría dicho su interlocutor al otro para que éste le alzara la voz?. Se me antoja que esto de la tal descolonizació n viene con acento del Orinoco –y no de Orinoca, como podría sospecharse- , chamo. ¡Qué tal!



Parafraseando una célebre frase del anecdotario político local, podríamos exclamar: ¡Arrechos, arrechos estamos todos!

1 comentario:

Anónimo dijo...

en alguna ocasion te llame pedante y arrogante, y mira lo que me encontre por casualidad.

"[Hijo de Puka

En La Época, Puka Reyes Villa escribió una columna completa para hablar de su hijo de cuatro años; quien, a decir suyo, ya sabe de política y de democracia "reconoce la voz y la imagen de los candidatos y los asocia perfectamente con sus siglas y colores partidarios", explica. Pero el asunto no queda ahí, Puka sigue contando que en el colmo de la sabiduría: "mi chaval ya ha internalizado que la política no es asunto de lazos familiares... tiene clara la disputa por la presidencia pero no comprende el asunto de los uninominales", etcétera, etcétera. Mire, señor Reyes Villa, es común que los padres orgullosos de los adelantos de sus hijos crean que están criando en casa un genio (un polítólogo en su caso), pero a medida que crecen los niños uno se va dando cuenta de que son normales nomás. Puede que esto le pase también a usted y que a los 18 años su politólogo sólo sea un hijo de Puka, cosa que igual deberá enorgullecerlo, claro."

y ahora seguro los llama tios.

laucha arrecha.