viernes, 14 de noviembre de 2008
FORO ABCP (INTERVENCIÓN)
EL SISTEMA DE PARTIDOS REVISITADO Y REVITALIZADO Puka Reyesvilla Méndez
INTRODUCCIÓN
Permítaseme, a manera de admisión pública, confiarles lo que para un convencido de que la “forma partidos” (así, en plural) –en términos abstractos, absolutamente; en lo concreto, con cuestionamientos sobre su desnaturalización- es consustancial a una democracia sólida, han significado los últimos cinco años, particularmente en foros como el presente: un verdadero acto de masoquismo, tanto en el rol de expositor, como en el de auditor.
De manera por demás ostensible, sostener esta convicción se fue haciendo una tarea cada vez menos grata. Para ponerlo en términos bursátiles, ahora que la crisis económica mundial asoma por nuestras montañas, la pasé comprando a la baja. Tengo la sensación, ahora, de que la cotización de estas paupérrimas acciones va a comenzar a subir.
Soy algo atrevido cuando afirmo que entre los primeros indicadores del debilitamiento de una democracia resurgen los pretendidos sucedáneos de los partidos.
Uno de ellos, auténtico invento boliviano, son los comités cívicos que, sintomáticamente, vuelven a adquirir protagonismo en momentos de restricciones al Estado de Derecho o, directamente, de dictadura.
El otro, de tradición mas revolucionaria y universal, son los llamados “movimientos sociales”, unas veces en su forma corporativista, otras como multitud amorfa.
Más recientemente, bajo la forzada figura de que ejercían el monopolio de la representación –el solo hecho de referirse en plural entra en colisión con el concepto de monopolio- se incorporó al régimen electoral a las “agrupaciones ciudadanas” y a los pueblos indígenas. Las primeras, una especie de de protopartidos y los segundos, una suerte de corporativismo cultural. En fin.
Lo que no deja de llamar la atención es que el discurso antipartidos haya sido promovido con igual entusiasmo tanto por el neoliberalismo como por la opción comunitarista o comoquiera que ésta se denomine según cada contexto nacional. Los contrarios se tocan. Más mercado, de un lado; más Estado, del otro, y ambos exaltando el “empoderamiento de la sociedad civil” en detrimento del sistema de partidos. Otra vez, en esta hora, los oponentes están pensando en la reconstitución de éste.
DE VUELTA A LOS CONCEPTOS BÁSICOS
Precisando que el empoderamiento de la sociedad no debería significar, en relación directamente proporcional, el debilitamiento de los partidos.
En palabras de carmen Beatriz Fernández: “Aunque los rechacemos, sabemos que los partidos hacen falta para la democracia. No podemos prescindir de ellos pues existe una muy estrecha relación entre partidos y democracia: la democracia es básicamente competición entre posiciones políticas e ideas sobre el ‘cómo hacer’ los asuntos públicos, lo que también implica la competencia entre ‘partidarios’ de unas y otras ideas, o que han tomado ‘partido’ por ellas”.
He ahí una aproximación básica a lo que entendemos como una característica de la democracia. Lo que nos lleva a esbozar otros conceptos que, de tanto repetirlos, los tenemos como obvios aunque su sentido tienda a distorsionarse.
Sistema. El primer rasgo que caracteriza a un sistema es el hecho de que éste se compone de partes que actúan entre ellas. Es más apropiado hablar de “partes” que de “factores” o “elementos”, ya que éstos pueden ser inertes como lo son los factores de una suma o los elementos que componen una mesa. Al contrario, las partes de un sistema son acordadas entre ellas en régimen de interdependencia dinámica, para mantener la unidad del todo. Es por esta interactividad de las partes que el todo sistémico está dotado de cierta estabilidad y permanencia.
Partido. Así parezca tautológico, diremos que en un sistema de partidos esas partes son… los partidos –de hecho, “partido” deriva de “parte”- con lo que nos aproximamos a su sentido básico. De ahí que hablar de “partido único” sea un absoluto despropósito o, cuando menos, un eufemismo por régimen totalitario.
“Democracia”, “sistema”, “partido”. No estaba por demás.
“Los partidos actúan por razones prácticas y no teóricas, por lo que su evolución será un proceso que permita a la sociedad moderna resolver sus diferencias internas y avanzar. Al partido político se le puede entender a través de dos premisas: a) un partido es parte de un todo en la sociedad; b) los partidos son un conducto de expresión por el cual se canalizan los destinos de la sociedad”. (Sartori)
EL PROBLEMA DE LA ADAPTACIÓN
Curiosamente, una de las claves para entender la caída del sistema de partidos la encontré no a través de un gurú de la ciencia política, sino por la de uno de la comunicación (Joan Costa). Este comunicólogo sostiene que uno de los fundamentos que define a un sistema es su capacidad de adaptación (subsidiaria de su capacidad reactiva). Y su aptitud por evolucionar en el tiempo.
Evolucionar significa adaptarse constantemente a los estímulos internos y externos, así como la capacidad del sistema por autorregenerarse.
Un sistema es estable y perdurable porque actúa y reacciona, lo cual supone un equilibrio dinámico. Un sistema evoluciona cuando sus leyes de funcionamiento se modifican para adaptarse a los cambios impuestos por su entorno, o para emprender nuevas formas de acción sobre ese entorno.
Aplicadas estas consideraciones al tema que nos convoca querría decir que el sistema de partidos boliviano se extinguió por anquilosamiento, por calcificación; en suma, por su incapacidad de adaptarse a los cambios, sobre todo a los del entorno en materia sociopolítica: el incontenible reclamo por una mayor y mejor descentralización política que derivó en la demanda autonómica departamental, por un lado, y la desenfrenada insurgencia de la porción indígena de Bolivia.
Si bien algunos de nuestros partidos tenían entre sus postulados, en mayor o menor grado, a la descentralización y a la inclusión, su pesada estructura no les permitió adaptarse a la realidad emergente al ritmo que esta dinámica les exigía.
Paradójicamente, desde los partidos, en la primavera de su protagonismo, se solía decir que el declinar del sindicalismo –caracterizado por la COB- se debía a su incapacidad de adaptarse a los “nuevos tiempos”.
APRENDER DE LOS ERRORES COMETIDOS
Creo que el planteamiento precedente presentado como explicación de la implosión del sistema de partidos boliviano, tiene mayor grado de plausibilidad que aquel que recurre a los lugares comunes para el mismo propósito –la corrupción, por ejemplo- que han calado hondo en el imaginario popular (seguramente se repetirá con ahínco hoy). Para éste, la corrupción es inherente al partido político, incluso a la política en general.
Ahora que se habla del gobierno de los “movimientos sociales” (o en nombre de ellos), ¿Ha desaparecido la corrupción? Tengo fundadas sospechas de que tal cosa no ha sucedido.
Filósofos como Popper o Lakatos sostienen que la ciencia progresa mediante procesos de ensayo y error. ¿Es ésto aplicable al sistema de partidos?
El primer paso ha sido dado al mejor estilo de los sujetos con alguna adicción: admitir la existencia de su propio problema.
El poeta italiano Silvio Pellico aconsejaba: “Cuando hayas cometido un error, no mientas para negarlo. La mentira es una torpe debilidad. Acepta que te has equivocado; en ello hay magnanimidad”.
SOBRE LA NECESIDAD DE UN NUEVO SISTEMA DE PARTIDOS
Si el apellido del declive del sistema de partidos es “incapacidad de adaptación”, el nombre propio es “falta de desarrollo institucional”.
El nuevo escenario de competencia por el poder que está surgiendo trae necesariamente la construcción de un nuevo sistema de partidos que, entre sus tareas, deberá plantearse aquella que quedó inconclusa luego de la promulgación de la todavía vigente Ley de Partidos Políticos: la institucionalización de las organizaciones partidarias; no se puede pregonar democracia de la boca para afuera, mientras al interior del partido ésta está ausente.
¿Por qué me adelanto a visualizar la escenificación de un renovado sistema de partidos, posiblemente en un plazo más breve del que muchos desearían? ¿no le parece a usted que los acuerdos alcanzados en el Congreso -hago abstracción del contenido- con relación a la modificación del proyecto de Constitución elaborado –abortado- por la Asamblea Constituyente es una primera señal en tal sentido?
No quiere decir esto que el sistema emergente va a estar compuesto necesariamente por los partidos que actualmente tienen representación parlamentaria. Sí quiere decir que el pacto está de vuelta. En buena hora.
Quiere también decir que si, eventualmente, se despojó a los partidos de sus funciones de deliberación e intermediación, en la realidad no se consiguió privarlos de su vocación: hacer política. Comprobamos, una vez más, que desde los sucedáneos corporativistas es improbable diseñar un proyecto común, pues éstos velan exclusivamente por sacar tajada para su sector.
A finales de 2003, en un foro de la ABCP, hubo quienes se atrevieron a hablar sobre un necesario rediseño del sistema de partidos, pero la vorágine antipartidos no tardaría en ganar incluso la bendición palaciega. El Presidente de entonces, Carlos Mesa, actuó como sañudo inquisidor contra los partidos. No deja de ser llamativo que este ciudadano se encuentre en afanes para “fabricar” su partido.
Uno de ellos –me refiero a quienes ya prefiguraban el recambio del sistema- fue un político de raza, Hugo Carvajal Donoso, quien señalaba: “Solo la política puede trascender más allá de los intereses corporativos, sectoriales o regionales que limitan o parcelan la visión de futuro. No en vano la política es el gran mecanismo de entendimiento de las naciones y es la promotora de la gobernabilidad de los países”.
A MANERA DE PROVOCACIÓN
Uno de los argumentos facilotes y, por tanto, de rápida aprehensión popular, para afectar el desempeño del sistema de partidos saliente fue aquel de que “son siempre los mismos que entran y salen”.
Solo quienes participaron de aquellas luchas democráticas pueden atestiguar lo encarnizada que era la competencia.
Que pasada la misma llegaba el tiempo de los acuerdos, era consecuencia de lo no conseguido en las urnas: mayoría. Entonces, había que construirla, lo que no impidió la alternabilidad en el ejercicio del gobierno.
Hasta que llegó diciembre de 2005 con su mayoría absoluta para una de las opciones. Esto no significa que, suponiendo condiciones de limpieza electoral, esta expresión política no vaya a necesitar en el futuro pactar con otra o que una eventual fuerza mayoritaria no tenga que hacerlo con aquella.
En todo caso, mejor hablar de que “siempre son los mismos” que de “siempre es el mismo”.
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