jueves, 23 de octubre de 2008

El Primer Poder




A diferencia de lo que ocurre en regímenes democráticos de corte parlamentarista dentro de los cuales el título de la presente entrega se refiere inequívocamente al Legislativo, en aquellos de corte presidencialista –el de Bolivia lo es y lo seguirá siendo- la alusión no es categórica, por mucho que en los discursos se sostenga esta caracterización.

No obstante el ya anotado rasgo presidencialista de nuestro sistema de gobierno, es en momentos de complejo entuerto político que su componente parlamentario se convierte en el escenario central para la resolución de éstos.

Es a propósito del rol que ha desempeñado el, ahora con propiedad, Primer Poder del Estado, que retomo un tema caro a 26 años de historia en democracia: la importancia de la institucionalidad del Legislativo. Pero advierto que no tengo la menor intención de validar o no el reciente acuerdo por el que queda zanjada la controversia sobre el texto de nueva Constitución a ser sometido a referéndum. Sus primeros efectos están, sin embargo, a la vista: una ostensible descompresión de los ánimos de unos y otros. Mientras se dilucida “amablemente” quién ganó y quién perdió con aquél, resulta más pertinente plantearse que hubo quienes quedaron en posición “fuera de juego”.

Como fuera de juego permaneció los últimos años precisamente la instancia que ahora le echa en cara al mundo el haber sido la artífice de la reconducción democrática del proceso constituyente: el Congreso de la República, ámbito que había sido virtualmente despojado de su esencia deliberativa tanto por las regiones como por la propia Asamblea Constituyente, así como por los “movimientos sociales”.

Esto es lo que hace sorprende a su renovada actuación -¿alguien medianamente ubicado podía prever (desearlo es distinto) esta retoma de la centralidad deliberativa?-. Para decirlo sin tapujos, el Parlamento estaba en calidad de ornamento –oneroso, de paso-. Otras veces, y veremos un par de casos cercanos, no había llegado a tal extremo de anodinia. En esta oportunidad, cuando se hablaba de posibles escenarios para darle salida a la crisis política de corto plazo –la estatal, la estructural, sigue intacta- el congresal no asomaba por el horizonte. ¿Cómo se movieron lo hilos que finalmente condujeron a este punto? Modestamente, no lo he desentrañado del todo; pero de que grandes fuerzas “conspiraron” para ello, no hay duda.

El Poder legislativo fue primordial en la resolución de la crisis de octubre de 2003 y volvió a serlo cuando, ante la incompetencia del ex presidente Carlos Mesa, el presidente del Senado, Hormando Vaca Díez, promulgó la Ley de Hidrocarburos.

Permítame una digresión previa al corolario. Se ha corroborado, como lo sostuvimos con convicción varios ciudadanos, el carácter derivado de la Asamblea Constituyente.

No resulta aventurado decir que octubre de 2008 significa para el Legislativo boliviano su reinvención como Primer Poder.

1 comentario:

Unknown dijo...

¡Ay! Si algún día pudiéramos ser un país parlamentarista sería "la tuti"