Alternando entre el eufemismo y la magnificación, según sea la circunstancia, la retórica gubernamental se ha desquiciado hasta lindar en los confines del sinsentido.
La última ocurrencia de los mandamasistas ha sido la de propalar la consigna de que el M4 es sólo una “encuesta carísima”. La inconsistencia, sin embargo, se presenta en todo su dramatismo, cuando se compulsan tales palabras con las acciones –tanto las que ejecutan motu proprio, como las que apoyan a título de “movimientos sociales”- que promueven sin disimulo. Si se trata sólo de una encuesta, ¿para qué tanto jaleo con el asunto, al extremo de que el Presidente sale al exterior a hacerle mala propaganda?, tan mala propaganda, que Chávez se apresura a armar una entente para desbaratarla -¡desbaratar una encuesta!, ¡valiente decisión!-.
Dejando de lado los giros de la lengua, el hecho concreto es que el M4 ha causado incontinencia urinaria –o, más claramente: se están meando en sus calzones- a los centralistas porque saben, o al menos sospechan, que luego de la emblemática fecha, otra historia comenzará a ser escrita. Y no cabe rasgarse las vestiduras, porque el M4 es una criatura del MAS, que comenzó a ser gestada el preciso momento en el que la Asamblea Constituyente optó por desobedecer el mandato de autonomía departamental para Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija emergente del referéndum de julio de 2006. Si había algo de mero trámite en la redacción del texto constitucional, era la inclusión, sin distorsiones, de la autonomía departamental para dicha parte de la geografía de Bolivia.
Para agregarle sazón a este desabrido entremés -pieza dramática jocosa y de un solo acto, que solía representarse entre una y otra jornada de la comedia, y primitivamente alguna vez en medio de una jornada- la Corte Nacional Electoral, convertida en actriz política, y su presidente en monigote –tercera acepción: persona sin carácter, que se deja manejar por otros-, emite una excepción por la cual los que no voten no serán pasibles de sanción alguna.
Si la coerción (una multa, la imposibilidad de realizar transacciones bancarias, etc.) es un mecanismo asociado a la obligatoriedad del voto, su supresión lo convierte en un acto voluntario.
Imaginemos que, tal como parece que será, la concurrencia a las urnas es masiva (pese a que no habrá represalias la gente asiste masivamente); la CNE habrá legitimado el M4 más allá de los cálculos de sus propios promotores. Asumiendo que el M4 es ilegal, lo es en la misma medida que el proyecto de texto constitucional masista. ¿Declaramos empate?
O, más bien, haciéndole el juego al verbo oficialista que habla de la “encuesta”, caracterizamos a las sesiones del cuartel de Yotala (La Glorieta) y de la Universidad de Oruro como “ampliados” del MAS (lo que no dista mucho de ser cierto). Tan torpes son los masistas en su afán de quedarse en el poder hasta las calendas griegas que, como dice Julio Aliaga, “son capaces de matar a su madre para ir al baile de los huerfanitos”; bragas mojadas y todo, acoto.
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